Una
vez más mi mamá, preocupada por mí, me obligó a buscar una universidad para mi
futuro, así que fuimos a varias esa tarde en taxi, entre ellas fuimos a la
Javeriana y por último a la Tadeo, la cual tenía fama de ser vagos. Le llamaban
a esta universidad la Paseo lochando (Lochando viene de locha que quiere decir
pereza) Yo no quería ir a la U, pero fue ella quien me obligó mientras aún
estaba en la academia de Ronald, decía que esa actuación no me iba a dar nada
en la vida y que eso no aportaba nada a mi futuro.
Al
final me presenté a la Tadeo y averigüé que había cupo para 35 y nos habíamos
presentado con 30. Ya estaba segura mi entrada ahí. Artes plásticas era lo que
quería estudiar cuando salí del colegio. Mi sueño se hacía realidad. Al ver la
lista de aceptados vi que ya estaba adentro. ¡Genial! Por fin podría dedicarme
a la pintura, pensaba yo.
Después
del colegio fue la época más especial que tuve en mi vida de estudiante, me
marcó siempre la educación universitaria, mis compañeros y algunos profesores.
Estaba viviendo un sueño, mi vida era más clara que en la academia. El
inconveniente radicaba en la cantidad de materiales que necesitaba para
trabajar en la facultad y eso sumaba mucho dinero. Cuando le dije a mi papá se
fue de espalda, recuerdo algo así como que la cámara fotográfíca costaba 300
mil pesos y ese semestre me había costado como 250 mil. ¿Más cara la cámara que
el semestre? Nos preguntábamos muchos.
Quizás
tengo un problema enorme (Actualmente lo superé hace mucho tiempo, si es que
había algo que superar) y era el anhelo, la obsesión con triunfar
materialmente. Yo quería tener facilidades para divertirme, para salir con
amigos, sentirme querido, tener amigas bonitas, pero siempre eran feas. A lo
mejor tenía un complejo de inferioridad, puede ser, pero admiraba a muchos
verlos como salían a sitios a pasar unos días y cómo hacían lo que les daba la
real gana sin que nadie les jodiera la vida como en mi caso. Quería
independizarme de mi familia, pero eso estaba difícil.
Al
iniciar primer semestre éramos novatos con muchas ansias de sobresalir en el
arte o de, simplemente, hacer arte. Nunca fui buen estudiante, siempre lo dije,
siempre lo acepté. Por eso en los primeros semestres perdí materias que tuve
que repetir hasta que en quinto semestre tuve que repetir ese semestre.
Pero
aprendí mucho, aprendí que ser buen pintor no era el que pintaba tan real como
una fotografía sino el que demostraba con el color y la mancha que sabía
pintar. El buen dibujante demostraba con la línea que sabía dibujar y no como
creía yo, que era quien dibujaba de forma realista. Conocí otras formas de
expresión artística; la instalación, el performance y formas de hacer arte que
no tienen catalogación. Artista era pensar como tal y crear en la materia
(Hacer obra) y si solo creaba y no pensaba era un artista incompleto o mejor
aún, no era artista. Aprendí a usar el espacio con el vacío o con materia. A
usar el espacio cotidiano y crear con él. Fueron unos años en lo que todo lo vi
con arte; las calles, la basura, la arquitectura de las formas. No fui buen
estudiante, pero aprendí mucho.
Fue
durante mi paso por la U que pude hacer realidad un sueño que tarde o temprano
estallaría, me refiero al hacer video, poder ver mi nombre en un video. Uno más del montón me costó mucho dinero; 180 mil pesos de ese momento. No salió como
quería porque no tenía para pagar actores y porque tuve el inconveniente de no
tener video cámara. Hoy día vuelvo a ver este video, el primero que hice, y me
parece una real mierda, aunque fue mi inicio como realizador. En la facultad
gustó mucho a los profesores y yo tuve gran orgullo a ese primer trabajo. Lo
que más gustó fue la mezcla que hice entre ilustraciones propias (Papel
acuarela con ecolín) e imágenes reales en movimiento.
Tenía
fama de ser bueno en video, pero tuve miles de dificultades para hacerlos, tuve
que conformarme con hacer video arte donde no necesitaba actores. Aunque pedí
ayuda a antiguos compañeros de la academia si no pagaba nadie se movía, aunque
no fuesen actores muchos me cobraban como si fueran luminarias y eso me
irritaba. Pero continué con ello a la vez que con Italo, intenté meterme a la
televisión como actor o detrás de cámara, pero mis contactos no eran buenos,
aunque estuvieran dentro. Algunas cosas pude hacer como el caso de Crónicas de
una generación trágica en la que me usaron para hacer toda la ambientación de
las escenas grabadas en Bogotá. Recuerdo que Víctor me decía cosas como
-Estamos
en la Nueva Granada, siglo 17 y esta es la habitación de este personaje, ¿Cómo
usarías este espacio?- me preguntaba y yo le respondía, pero todas mis
respuestas eran erradas, siempre decía que no a todo porque una u otra razón.
Hasta esa vez en el teatro viejo que decía era la bodega de esa programadora
casi me regañó porque mi idea de ambientar ese sitio tapando los grafitis de
las paredes no le gustó. Pero mi sorpresa fue mayor cuando vi la serie; todo lo
que yo dije lo hizo Víctor a pesar de haberme dicho que estaba mal. Lo que
realmente me dio ira fue el hecho de que nunca me pagaron.
Para
ese momento yo vivía cerca de la U, a unas cuadras y podía irme a pie y
regresar en cualquier hueco libre. Los Viernes siempre me tocó la materia
electiva que fue video, con José Alejandro Restrepo con quien conocí al video
arte. Tuvimos algunos encontrones porque él trabajaba con la improvisación y yo
con el guión. A veces me llevaba tiempo para preparar un video y venía él y ese
guión quedaba inservible porque él tenía su forma de trabajar. Perdía tiempo
preparando los videos para su clase.
Recuerdo
que antes de video fue con Iván, creo que así se llamaba, el profe de
fotografía. ¡Cómo gasté dinero en carretes y papel fotográfico! Compraba 10
carretes rebobinados a blanco y negro de 36 fotos cada uno y al final me salían
bien 10 fotos. ¡Quién lo diría que hoy día sería muchísimo más fácil! Y fue con
Jorge Rodríguez que estuve a punto de perder mi cupo en la U. repetía
fotografía y con Jorge casi pierdo de nuevo lo cual me acarrearía mi expulsión
de la facultad. La verdad es que ya me veía fuera y conversé con Eduardo
Angulo, el secretario académico, y le lloré de verdad. Gracias a Dios y a él
solo quedó en un susto. Un milagro me salvo mi carrera. Las notas de 5 que
saqué con Jorge fue porque Paco, el decano, intercedió por mí y a su vez
Eduardo intercedió para que Paco me ayudase. Se lo agradecía toda la vida,
incluso cuando me lo encontré en el 2007 en el Centro Comercial Panamá de
Bogotá, al lado del final del transmilenio.
Paco
era el decano, un hombre delgado, pasivo, de barba y cara de saber mucho. Su
esposa fue después la decana de la facultad de artes.
Elisabeth
era la secretaria, buena gente con su característico caminar y lesbiana. No
tengo nada con los homosexuales, pero esa historia me la contaron de forma
graciosa; cierta vez llovió mucho y algún estudiante llamó a la puerta de la
secretaría, pero nadie abrió, así que subieron al taller de al lado hasta que
pasará la tormenta. La puerta de la secretaría se abrió minutos después de la
tempestad saliendo ella y una compañera. ¿Por qué no abrió la puerta antes?
¿Qué hacían las dos encerradas? Conclusión; lesbiana, cosa que después me lo
comprobó alguien, aunque me daba igual su inclinación sexual, de hecho tenía
compañeros así y no pasaba nada.
Carlos
era el encargado de los talleres, una especie de monitor, nos solía llamar Mi
artista, era agradable, buena gente, con su voz característica. Me lo encontré
años después en el Colegio La Presentación Luna Park cuando iba a llevar a su
hija.
Me
llevé bien con casi todos los profesores aunque había unos que mejor era seguir
como profe y estudiante.
Pachón
me caía muy mal, me hizo quedar mal en plena clase al verme mi trabajo.
-Es
que uno cree que faltar a clase no afecta… y si afecta- Me dijo en todo fuerte.
Faltó
poco para llorar. Era cierto que faltaba mucho a su clase. Era joven, quería
vivir la vida. Irresponsable también fui. Me caía mal, muy mal, pero algo
cambió que ese odio se convirtió en admiración. Nos pidió llevar de tarea, una
pintura que representara cualquier cosa. Tenía que ser abstracta. La hice y en
clase quedé impactado por su certeza. Yo solía dibujar, en ese entonces, una silueta
de un hombre con abrigo y un palo – arma en su izquierda. Cuando él la vió en
la pared empezó a describirme cómo era yo, lo que pensaba, lo que sentía. ¡Dios
mío, ese tipo era un brujo!, ¿Cómo lo hacía? No sabía que era yo el autor de
ese mamarracho, pero me describió tal y como era en su momento. Tiempo después
le cuestioné sobre eso y respondió que cada uno de nosotros dejamos algo
nuestro en la obra. Pero nunca entendía como se veía aquello.
Manuel
Santana fue otro quien me dijo cosas de mí viendo un video, me habló de mi
soledad, de ese sentimiento que tenía a ratos. Manuel también me dijo que con
la obra se sabe cómo es el artista. Eso no lo sabía. Mi vida cambió con su
respuesta.
Con
Manuel hice el video registro Calle intervenida el cual fue un proyecto de
intervenir esa calle con arte. ¿Cómo podíamos usar los espacios cotidianos para
hacer arte? Y el resultado fue increíble, la gente quería seguir viviendo en la
cotidianidad, se molestaba que interviniéramos el espacio con arte.
Mario
Opazo fue otro de mis profesores, Chileno, nos recalcaba siempre el uso del
espacio. Fue novio de Giselle Laignelet quien murió de Cáncer, creo que fue. No
me lo esperaba.
Víctor
Laignelet nos aburrió con su Gran vidrio de Duchamp, entramos en los mínimos
detalles de esta obra y la verdad es que a mí y a casi todos en clase no nos
importaba eso. Un poco más de un mes con ese bendito vidrio que si lo tuviera
frente a mí lo rompería. No solo era esa clase sino lo duro que nos daba en los
exámenes, nunca subí de 3.5
Fue
con él que nos puso hacer una obra que tuviese sonido y que la imagen u obra en
sí, tuviera que ver mucho con el tema musical. Fue mi oportunidad de llevar un
video clip. Hice Round and round basado en un tema de New Order. Al finalizar
el video se miraron los profesores y sus comentarios creo que no quisieron
halagarme, pero mis compañeros me decían lo bien que había quedado, que incluso
parecía un tema del mismo grupo.
Rosenell
Baud era especial, una mujer mayor tranquila y conocedora del tema. Era de
Suiza, pero le decíamos la Francesa, por el idioma. Con ella vi grabado, una
técnica que me gustó mucho, aunque costosa y difícil sino se tenía las
herramientas para hacerlo. Estuve en su casa no recuerdo haciendo qué.
Para
aquel tiempo sufría de depresiones que me duraban unos días, no sabía por qué
me sentía así ni el motivo, simplemente me daba y así se iba. Pero la última
que tuve fue la peor, pasaron 3 días y no se me quitaba, pasaron semanas y
seguía ahí. Me sentía solo, que a nadie le importaba, ni siquiera a Dios.
Lloraba sin razón aparente. Complete como 2 meses en ese estado, vagando por
los rincones de la universidad intentando encontrar a alguien que me diera un
abrazo, que me escuchara. Estaba perdido. Cualquier persona que veía sola me le
acercaba con la esperanza de que me oyera, no importaba dónde fuera, en la calle
o en la U. pero nunca lo logré. ¿Qué me pasaba? No tenía ni idea. Estaba
hundido, tenía una tristeza encarnizada en mi alma. Recuerdo esa vez que en vez
de entrar a clase con Rosenell me quedé ahí llorando en la cancha de basket, al
lado de la facultad. Ella me vio a lo lejos, desde arriba del taller y dijo
algo, molesta por no haber entrado a clase. 3 días podía llevar esa depre, pero
pasar del mes era un infierno, así que decidí poner fin a esta vida. En casa me
bebí medio frasco de límpido y así me fui a clase. No vomité, no convulsioné ni
nada. Solo fue el sabor amargo que tuve que aguantar en mi boca toda la tarde.
Esperé y seguía viviendo. Al terminar clase salí a la calle a vagar sin rumbo
fijo, caminé horas buscando la muerte que nunca vino. Y cansado terminé
entrando a esa iglesia diagonal al edificio de Avianca sobre la séptima, frente
al parque Santander del museo del oro.
Fue
sentarme en la banca y empecé a llorar como jamás había llorado en esta cochina
vida. Había buscado un amigo para hablar y no lo encontré, había buscado un
hombro para llorar y no lo hallé, quería salir de esa depresión y no pude, pero
al sentarme ahí solo en esa banca cada lágrima que derramé fue como si un peso
me quitara de encima. No había nadie a mi lado, pero fue como si en esa banca
tuviera a mi mejor amigo preocupado por mí, dándome ánimo, escuchándome, como
si me hubiera dado un abrazo. ¿Qué me pasó ahí en esa iglesia? Ni idea, o si…
bueno, no soy muy asiduo a las iglesias, pero sé quién me curo esa tarde de esa
puta depre que solía darme. Hasta hoy día no volví a tener depresiones, he
estado bajo de ánimo, pero depres nunca más y se lo debo a él.
Nelly
Rojas fue profesora de Dibujo, era buena con la línea y con ella entendí el
valor de esta en el dibujo. Me acuerdo de ese regaño tan bárbaro que me pegó
porque en clase les estaba leyendo la mano a Zahira y a la Marcela. Salió del
taller iracunda y fue a quejarse con Eduardo que, después, me pidió que le
leyese la mano.
Omaira
Abadía fue otra que se pegó una emputada conmigo que quiso hacerme perder la
materia, pero ni sacando cero logré perder, porque hasta ese momento yo era su
alumno predilecto, pero por una pérdida de un cassette con el trabajo de una
compañera esa relación se destruyó.
La
pintura como tal la entendí con Luís, ese profe gay de barbita que tenía su
forma peculiar de hablar y que en su momento me regañó por escaparme de clase. Me
dio clase un semestre, pero con lo que me enseñó entendí esa rama del arte.
Tuve
una profesora de pintura que no recuerdo su nombre. Era una mona que me
encantaba y con la que tuve una relación de besitos en los talleres, solo nos
vimos en la U… y también en su casa. Ok, también en algún hostal del centro.
Hasta que una vez me dijo casi regañando
-¿Acaso
tú me tienes para que te pase en la materia? –
Y
no era así, a mí me gustaba. Cuando terminé el semestre no volví a verla, así
que meses después sin recibir llamada fui a su casa y vaya situación tan
incómoda que viví. Abre la puerta un tipo alto, atractivo y ella sale con un
camisón que le llagaba hasta las rodillas, se asombró al verme.
-¿Qué
quieres?- preguntó delante del tipo.
-
Estaba cerca de aquí y quise pasar a saludarte- mentí descaradamente.
Nos
quedamos en silencio unos eternos segundos. Sabía que ese tipo era su novio y
no quería competir con eso. No sé cómo salí de ahí, pero afortunadamente salí.
Ana
María Lozano fue mi profe de historia del arte, no tenía pinta de saber mucho,
pero cuando empecé a hablar con ella vi que estaba muy equivocado. Fue curadora
del Museo de Arte modernos de Bogotá donde hice prácticas y tenía un espacio en
algún periódico. Nos sacó a la clase a ver museos que no sabía que existían en
la ciudad, a ver casas antiguas y su arquitectura. Recuerdo una vez que escribí
sobre una exposición donde relataba lo mal que me sentí por no entender nada de
nada de las obras que habían expuestas. Ella conversó conmigo y me abrió los
ojos a una nueva forma de ver el arte
-No
tiene que entender nada, solo disfrutar de las formas- me decía ella –Ver cómo
mezclan el color, las manchas en la pintura. Si lo hace normal, con sutileza o
agresivo. No tienes que entender la obra, solo sentirla. ¿Qué sientes? ¿Que te
agrede? ¿Que te atrae? Es eso. No te sientas mal si no le encuentras sentido.
El arte se vive, se siente-
Y
a partir de ahí empecé a ver exposiciones de otra manera.
José
Omar Valbuena era de los más jóvenes profesores, cumple años los 24 de Octubre,
lo sé porque yo también cumplo ese día. Era pintor. Cierta vez lo vi en un
documental en señal Colombia, solía ver este canal por sus documentales que me
encantaban. Ese día él hablaba en una escena de la vez que se le había
aparecido la virgen. A Omar le gustaban mis pinturas.
Mis
compañeros eran fuera de caso. Locos como todos nosotros. Fueron casi 5 años en
los que era normal en mi vida probar marihuana y coca, hasta la pedí varias
veces a domicilio.
Capeto
solía fumarse sus bareticos, lo acompañé varias veces por la 26 a fumarse alguno.
Recuerdo cuando me llevó un poco y Paola, la gorda, se lo fumó todo, terminó
con los ojos enrojecidos y adicta a ello, lo último que supe de ella es que
había muerto de sobredosis. Me sentí mal porque fue por mí que ella se hizo
adicta.
De
mi grupo tengo buenos recuerdos de mis compañeros. Oscar Castro con el que aún
me comunico. Era un tipo calmado, no fumaba ni era vicioso como nosotros. Nuestra
amistad se afianzó quizás por el gusto a la música de Pet Shop Boys, hasta
fuimos al concierto que hubo en Bogotá de su gira Discovery. No recuerdo mucho
su trabajo en la universidad, pero solía gustarle la tecnología. Hoy día se
dedica a ello, es fotógrafo, tiene su grupo de fotógrafos a los que enseña y
creo que hace videos. Hemos tenido algún encontrón profesional, nunca le gustó
mis cortos y siempre le ve defectos y aunque no es pretexto o excusa la
carencia de presupuesto para mis realizaciones, tampoco son tan malos mis
trabajos. Su trabajo a mí no me impresiona, realmente he visto mejores, pero
igual él no lo hace mal, según lo poco que he visto. También estuvo enseñando
teatro en colegios y parece que lo hizo muy bien.
Zahira
Rodríguez, era flaquita, cara de tímida, con su peculiar risa y voz delgadita. Se
dedicaba a la pintura. Aunque por ella no apostaba nada como artista, porque la
veía más como artesana, hoy día tiene una gran empresa que se dedica a las artesanías
y vaya si lo hace bien. Si tuviera mi casa propia en Colombia me gustaría comprarle
sus cosas. https://www.facebook.com/Saraka-Objetos-Decorativos-113979131954694/?pnref=lhc
Vivió
años con Sergio Martínez quien se dedicaba a la instalación. Alguien se refiere
a él como el sufrido porque se quejaba de todo. Vaya, parece que no me conocen
o sino yo le quitaría el título de sufrido a Sergio. No volví a saber nada más
de él.
Mauro
Valdacci vivía al lado de la U, su pareja era Juanita, Juana Marrana, y ambos
daban la sensación de ser un tanto ecologistas y hasta hippies. Tenían como 4
gatos en su apartamento y hasta un gallo. ¿Un gallo? Si, un gallo que era
odiado por los vecinos que se despertaban con el canto antes del amanecer. Nunca
se graduaron porque Mauro nunca fue a las prácticas. Según dicen tuvo una hija
con Juana y andan separados.
Norman
Botero era buen pintor, buena persona. Me llevé bien con él y con muchos de mis
compañeros. Al salir de la U montó una galería cerca al Centro Comercial
hacienda Santa Bárbara la cual conocí. Quise tener una exposición ahí, pero vi
que era muy difícil. Con el tiempo me enteré que la había cerrado y con los
años supe que la tiene en Medellín. Muchos decían que le había ido bien por su
apellido Botero, pero dudé de eso. Norman está ahí donde está porque se lo
merece, porque trabajó duro para ello y su obra siempre fue buena.
El
mono Ruíz, no recuero su trabajo. Era pelirojo y pecoso. Era calmado, serio,
introvertido al menos en la facultad. Fue de los pocos que hizo Máster después
de terminar la carrera.
María
Isabel de los Angeles Leiva.
-De
los Angeles pero del infierno- me dijo ella riendo.
¿Qué
puedo decir de ella? Mucho y no porque sepa que leerá estas líneas, sino porque
fue especial para mí, aunque no fuimos amigos sino compañeros. Era la mujer más
deseada de la universidad, la más perseguida, la más llamativa. Ella era pasiva
y rebelde en su forma de ser, no hacía nada para llamar la atención, pero eso
no importaba, donde pasaba ella siempre había alguien que la mirara. Fue la
mujer más femenina que he visto hasta ahora en mi vida. Todo ella era
sensualidad, belleza, femeneidad y hasta erotismo (¡Las pajas que me hice por
ella!) hablaba muy sensual, sus movimientos eran provocadores y no porque ella
lo hiciera aposta sino porque ella era así.
Quise
pertenecer a su vida en vano, quise ser su amigo, salir a divertirnos mas nunca
aceptó mis invitaciones. Quería estar con ella, quería que me buscara así fuera
para preguntarme algo. No estaba enamorado de ella, solo me atraía esa
femenidad y misterio en su mirada. Alguna vez fuimos a comer pizza a Domo,
donde solía ir a pagar con mi tarjeta Dinners, y fue esa vez en que me dijo
-Vos
cuando lo estás haciendo te gusta hablarle a ellas, eso me gusta- me dijo esa
vez en la pizzería.
¿Pero
cómo sabía ella eso? Ya era la segunda persona que me decía cosas de mí sin
decírselas antes. Oscar Castro y María Isabel me leían el rostro. Era un libro
abierto para ellos. En fin, no me mortificaré en ese tema.
Ella
era libre, parecía ser independiente de su familia, salía a donde quisiera y
claro, una mujer tan hermosa como ella siempre encontraría un hombre que le
gastara. Mi admiración por ella aumentó con su trabajo de tesis de grado. El tema
era la vida (Y de paso la muerte ya que la muerte no existe) trabajó una video
instalación en el que se mostraba una autopsia real. La primera vez que vi el
video me dejó mal por varios días, ver como abrían un cadáver y verle sus
órganos internos era demasiado para mí. Ella estuvo en mi casa editando el
video y hasta almorzamos ahí. Aunque el hambre se me había ido con el video. Sí,
era fuerte, agresivo ver una autopsia y todo lo que hacían en ella, pero esa
obra era sincera, era llena de vida porque ella había vivido la obra misma y el
tema de esta. Por aquel tiempo su mejor amiga, compañera nuestra de la
facultad, había muerto de sobre dosis (Parece que se había suicidado) y a María
Isabel le dio duro aquello, hasta un video diario hizo de esas horas hasta su
sepultura.
María
vivó su obra, cosa que contados logran hacer en el arte. Es cierto que yo era
un rebelde que iba en contra del sistema impuesto en la sociedad y que en mi
trabajo eso se notaba, pero ella vivió la vida y muerte mientras hizo su tesis.
El tema fue visto y sentido por ella quedando reflejado en su video
instalación. Esa obra fue la mejor de todas, incluso muchísimo mejor que la mía
y que la de muchos en 2 años atrás y delante a ese momento. Jamás me gustó que
la decana me dijera que la dejaría repitiendo la tesis. No sé si lo hizo o no.
Hoy
día la tengo en el Facebook, me enorgullezco de ello. La busqué durante años en
internet, cada vez que iba en el metro miraba a la gente esperando encontrarla,
ya que sabía que ella estaba en este país. Pero me aburrí de buscar y por cosas
de la vida la encontré, fue una alegría inmensa encontrarla y saber que estaba
bien. Se lo merece y no me extraña que esté donde está, esa mujer lo puede casi
todo. Actualmente vive en Inglaterra.
A
Nery Osorio o Nery Pumpido, como le llamaba Norman, nunca la vi dedicada al
arte. Quedó embarazada mientras estuvo en la facultad y a raíz de eso dejó la
universidad. Nunca más supe de ella. https://vimeo.com/71108183
Patricia
Cubillos, ¡En fin! No sé qué tenía en su cabeza, era una seudo intelectual y
complicadilla. Era mayor que muchos de nosotros. Hubo un tiempo que dejó de
hablarme no sé por qué. Una vez en clase hizo una exposición que a varios nos
hizo sentir mal por el ridículo que hizo. De las pocas veces que sentí tanta
vergüenza ajena en la vida.
Rosa
Carrillo, la gordita, la acompañé a un pueblo cerca de Ambalema en el Tolima
donde ella hacía prácticas de opción Colombia. Fui a enseñarle a usar la cámara
de la alcaldía. Durante un fin de semana. La vi más como artesana. No sé si
siguió practicando algún tipo de arte.
Sandra
Farfán me encantaba, cachetoncita, de labios sensuales y de signo escorpión
como yo. Me gustaba, no lo niego, de hecho me gustaban muchas. Hablábamos poco,
pero no veíamos todos los días.
Sandra
Gamboa era la pija del grupo, tenía un novio en otra facultad, Ricardo creo que
se llamaba, quien tuvo su casa en la Candelaria, era su casa y su galería.
Trabajaba la alforja, era herrero y muy bueno en ello. Lo último que supe de Sandra
es que estaba en España, aunque la contacté nunca contestó a mis e mail ni
mensajes.
Mauricio
Bernal, el gordo, novio de Adriana Olaya hacían una pareja dispareja; ella muy
mujer, educada, cuidada y él un gamín hasta para hablar. Lo de gamín lo digo
por ser lo contrario a ella, no porque lo fuese realmente. Trabajaba duro en
los talleres al lado de Adriana. Pensé que terminaría casados, pero mi sorpresa
fue al enterarme de lo contrario.
Fueron
muchos mis compañeros como Marcel Lombana quien estaba semestres atrás del mío,
Giselle López que me gustaba mucho, Néstor Amórtegui y su amigo Leonel, decían
que eran pareja. Pilar, la que murió de sobredosis. Luís Saray quien iba
drogado a clase con su cara adormilada y ojos rojos, me sorprendió al verlo
hace poco vivo y en Argentina. Yo juraba que estaría muerto hace rato por sobre
dosis. José García, Luís Miguel Baez, Mónica Alvarado, Andrea Romero. Hernán
(Panguano) el modelo de la facultad al igual que Rita. Y así un montón. Todos ellos
marcaron una época especial en mi vida durante mi estancia en la Facultad de
artes de la Tadeo. Un época de sueños, frustraciones y de vivir como joven. De aventuras,
sexo, travesuras, risas y llantos. Y de mucha droga, ¡Vaya trabas las que me
pegaba!
Pero
se llega el día en que hay que sentar pies en el suelo y ver la vida como
realmente es. Nos graduamos casi un año después y ahora sí había qué
preguntarse ¿Y ahora qué? La lucha apenas iniciaba y tocaba tomar rumbos
diferentes y vivir de lo aprendido. Aunque vendí muchas de mis pinturas a
extranjeros la cosa cesó cuando terminé estudio en la U. Quería seguir pintando
y entrar a la televisión, pero eso es otra historia. Conocía el medio y hasta
ya había hecho cositas sin importancia en grupos de teatro en el barrio la
Candelaria, pero no entraba al medio.
A
pesar de que en la actualidad no vivo del arte y tengo miles de dificultades
económicas, además de un pie en la calle, mi vida en la facultad cambió. Soy pobre,
pero disfruto cada instante cuando hago arte, cada segundo que tomo mi cámara y
realizo un video por simple que sea lo gozo, cada vez que hago fotografías de
los conciertos a donde asisto me encanta, cuando actúo ante cámara me veo
haciendo lo que quería hacer a inicios de los 90´s y río al recordar como
muchos no apostaban nada por mí, como el jefe de casting en ese estudio de
Caracol en la Soledad. Muchos seguimos dedicados al arte, otro no, muchos viven
del arte, yo no, pero no lo dejo porque esto es mi vida, mi pasión, el oxígeno
que necesito para vivir.
El
arte va ligado a mi locura, acepto mi nivel de loco. Y sigo pensado como
artista, veo la vida y mi mundo alrededor con otros ojos, admiro la belleza y
la feura, porque de eso feo encuentro una belleza para crear. Hoy día en este
país corrupto hago cosas que mi país me negó, me he realizado como artista y me
estoy haciendo ese hueco. Me conocen algunos y sigo aquí luchando, creando,
trabajando en lo mío así como muchos de mis ex compañeros siguen batallando en
este duro campo del arte.
A
todos ellos: profesores, directivos, compañeros y a la Facultad de Bellas Artes
de la Universidad Jorge Tadeo lozano les agradezco de corazón la formación
recibida entre el 92 y el 96. Gracias.