viernes, 30 de septiembre de 2016

Mi vida en la primaria.

LA PRIMARIA.
Recuerdo que mi primer día en el colegio fue de escándalo, no sé por qué grité y patalié escandalosamente esa mañana en el jardín infantil que, parece ser, fue un cuartel donde se unían futuros soldados a Bolívar que iban a combatir por la libertad. Justo donde hoy día queda, o quedaba, el parque de la Factory, al lado de Com industria, o donde quedaba. Quizás le hayan cambiado el nombre.
Allí pasaron mis días en el kínder donde aprendí manualidades, a jugar, bailar, pintar, a trabajar con granos de fríjol, lentejas y demás y a vivir como niño relacionándome con compañeros. Recuerdo el patio grande que había atrás, donde estaban los juegos; el columpio y el resbalador a los cuales escapaba al ir baño, aunque una vez me pillaron y castigaron.
Recuerdo muchas cosas de ese colegio como la foto que me tomaron estando yo llorando, el uniforme blanco de médico y algunos compañeros. Carlos Mauricio Bueno fue uno de ellos quien, casualmente me acompañó en todos los colegios donde estuve. Recuerdo también la vez que la profesora me pegó con la regla en la mano por no estar pendiente. No lloré, supe aguantarme bien. Eran otros tiempos. Esta fue mi vida en este jardín infantil, situado cerca a mi casa ahí en el barrio Uribe, diagonal a la casa de mi tía Manuela.

Después de mi paso por este sitio me fui al colegio Santa Teresita a varios metros del juzgado de menores donde trabajaba mi mamá, a la vuelta de la clínica Palmira. Sus directoras eran dos viejas solteronas; Mercedes y Adiela Torres, hermanas entre ellas. En este colegio tuve que repetir el kínder por no saber escribir ni los números. Todo fue bien hasta el segundo de primaria, la profesora Elena me hacía sentir mal por su trato hacia mí, ella tenía un hijo en quinto de primaria que, al terminar, obviamente salió del colegio por no haber secundaria.
Gloria y Luz Elena era compañeras y vecinas que a ratos le llevaban cuentos a la profe sobre mí y ella les creía ganándome un buen regaño. Eran tiempos muy diferentes donde la cosa no era como hoy día, si iba mal mis papás me castigaban, si había una queja de la profe no valía la excusa que yo sacara. Si se daban cuenta que una profesora me había regañado a mí me pegaban en casa.
No tengo recuerdos buenos de ese entonces, ni siquiera de la gran mayoría de mi vida como escolar. Recuerdo que estaba inmensamente enamorado de Constanza Mejía Castro, una mona que me encantaba, ella lo sabía y me detestaba. También estaba Olga Lucía Aldana, delgada, blanquita y hermosa, pero en esa etapa de la vida suelen ser crueles y yo pertenecía al bando discriminado por ellas. Yo era un niño, vivía como tal, pero cuando veo esos recuerdos siempre digo que no fueron agradables, a lo mejor yo tuve mucho que ver en eso, es posible, pero no son buenos esos recuerdos.

Al terminar el segundo año me pasaron al Seminario de Cristo Sacerdote, un colegio de clase y educación estricta y religiosa, pero llegué en esa época a la que llamé la época oscura. Me parece difícil creer que así fuera mi colegio en su momento. Había fama de que si uno se portaba mal los padres lo cogían a correazos para castigarlo. Para aquel entonces yo era buen estudiante a pesar de todo.
La tienda la llevaba un profesor negro, no recuerdo su nombre, quizás era Walter Candelo, aunque en ese entonces solo vendía pan y gaseosa, eso era lo único que se vendía y estudiábamos todo el día, por la mañana de 7:30 a 11:00 de la mañana y de 2:00 a 5:00 de la tarde. Incluso cuando entré en tercero me tocaba ir en la tarde y así hasta terminar el colegio. El padre Ovidio era rector en ese tiempo, le tenía miedo, era más alto que yo, claro, era niño en ese entonces. Y el patio del colegio no estaba cerrado, cualquiera podía entrar y salir, cierta vez entró al salón un mendigo pidiendo limosna y algunos le dieron monedas.
El patio era descuidado, feo, la yerba alta incluso la de las canchas de deporte camino a la casa del obispo; Fátima. Atrás del colegio estaban las canchas de fútbol más grandes, había 4 canchas al lado del cañal, cuando sonaba el timbre indicando que el recreo había acabado había que correr rápido para entrar a clase o si no se llegaba tarde. Eran sitios solos y si pasaba algo nadie se enteraba. A veces se podía ir por la parte de atrás (Cuando dejaban abierta la puerta) sin necesidad de dar semejante vuelta, pero había que pasar unos 10 metros de matorrales y ratas. Reconozco que era una época en la que mi colegio estaba descuidado y los padres no sé qué hacían.
Cierta vez el padre Carlos Julio Aristizábal nos pilló, por llamarlo así, a Leonardo Cano, Tajadita y a mí intentando cazar una pajarito en uno de los corredores del plantel, inmediatamente nos castigó haciéndonos llevar una jaula y canarios para el colegio. Tajadita creo que se salvó porque su familia, pudiente y de poder, habló para que le levantaran ese castigo. Tajadita; vaya personaje tan desagradable, se las daba de mucha cosa por tener plata. Con los años, de dos pajaritos que llevamos, pasaron a ser 10 y muchos más, tanto así que la última vez que fui a final de los 90´s vi que habían hecho una especie de aviario con aves de varias especies gracias al castigo que me había puesto cuando realmente yo no tenía nada que ver con eso, solo era Villegas (Tajada) quien quería atrapar el pájaro y no nosotros.
Mi profesora de tercero de primaria fue Julia, excelente profesora que también le dio clases a mis hermanos y a un primo. Mi profe de cuarto fue una de apellido Chicangana que después fue reemplazada por un profe de apellido Castillo o Palacios. En cuarto fui buen estudiante, siempre con buenas notas, sacando de 4 en adelante. Llegó el quinto año y aquí fue mi trauma con el profesor Miranda, Francisco Miranda creo que era su nombre, papá del compañero Miranda quien se había quedado en Cuarto, un muchacho normal, pero que gustaba de molestarnos mucho, a mí, por ejemplo, en recreo solía jalarme las patillas y salir corriendo, nunca logré alcanzarlo y desquitarme.
Muchos estábamos convencidos de que su papá, el profe Miranda, había entrado al colegio para desquitarse de nosotros y vengarse por lo que le hicimos a su hijo en cursos pasados; el joderlo, también pegarle y un largo etc. Este profesor me destruyó mi vida de colegial y me dio muy duro, en su momento, tener la experiencia de haberlo conocido. En quinto empecé a perder materias lo cual me traumó demasiado en su momento, debía ser un error. Y lo peor es que nunca me habían sacado de clase y él me sacó una vez por reírme de un chiste que había contado. Su trato no era el de un profesor de primaria, hasta le pegó una patada a Herney Sánchez (Sancho Panza) Si, llegué a tenerle miedo. Se paraba cruzado de brazos con sus brazos fuertes, canoso era el hombre y de cara seria, como amargado. Con su reloj en su muñeca sentí stress cuando pasaba cerca de mí. Después de la patada, creí que nos pegaría a todos en cualquier momento.
El psicólogo me mandó a llamar varias veces y le conté todo sobre el profe, pero él ya me había destruido mi vida de estudiante. Para aquel entonces creo que el rector era el padre Angel, Ovidio se despidió de todos porque supuestamente se iba a Roma a estudiar, nunca supe qué, tampoco lo dijeron y fue hasta hace pocos años (2012 aprox.) que Damián me contó que él nunca se fue a Roma, que lo cambiaron y enviaron de párroco a una iglesia en las Mercedes. Algo creo recordar en su momento que él me decía eso, pero nunca le creí. ¿Por qué el padre Ovidio y los demás nos mentirían? Y Damián hace unos años me contó del escándalo interno del abuso sexual de internos y de quienes querían seguir el sacerdocio. Ahora entendía todo y comprendí esa vez, en un retiro, cuando un compañero me dijo que el padre Angel era cacorro por ese abrazo con restregada de pelvis a nosotros.
Si, el seminario tenía internos solo de Lunes a Viernes, vivían en el tercer piso donde estaban los dormitorios. Por lo general ellos eran de Buga y Cali. También habían semi internos que estaban todo el día en el cole y tenían servicio de comedor. Carlos Arturo Váscones era un semi interno que vivía en Tablones, lo recuerdo porque su apellido es difícil de olvidar, ya que en quinto de primaria empecé a escribir un poco más seriamente con El calvario de Váscones, libro de terror que por culpa de mi mamá dejé de escribirlo.
Nunca me gustó esa época, recuerdo que el poder lo tenían las familias pudientes de Palmira, aunque nunca entenderé por qué había gente como Arango, ese robaba a los pequeños, les pegaba y molestaba, hasta nos sacaba de las canchas para poder jugar él y los suyos bajo el pretexto de que el padre le había dado permiso. Tenía su puesto en el bus sapote, la parte atrás derecha del bus, quien osara violar su trono era sacado a golpes. Abusaba de los más pequeños y era buen peleador, vi darle duro a más altos que él. Un completo gamín, sabía desenvolverse en la calle, por eso lo llamo gamín. Cierta tarde lo vi llorando vomitando sangre, me alegré demasiado de que alguien le pegara, fue uno de mis días más felices en el colegio. Las semanas siguientes quedó con un ojo negro porque alguien de grado superior le pegó un buen puñetazo. Creo que muchas víctimas de él se sintieron vengados.

Tuve amigos con los que andaba mucho en el colegio y tuve otros que me molestaban. Hoy día sería llamado bulling; Marcelo Alvarez fue uno que me molestó en su momento, me amenazaba y pegaba. Era un negro grande que vivía en el Prado. Los hermanos Montaño eran unos que consideré galembos, malcriados y gamines… bueno solo eran malcriados, creo que la mamá les daba de todo y nunca les negó nada. En general creo que fui el bobo de la clase, a mi solían engañarme y quitarme mi dinero, pocos solían juntarse conmigo. Si, acepto que fui muy mimado y quizás inseguro, por eso fui el bobo del salón, aunque afortunadamente no llevé la corona, esa fue de otro.


De los profesores puedo recordar, además de los mencionados, a uno flaco que conocía a mi papá por ser compañero del Cárdenas, a Otoniel, profe de educación física a quien echaron, según dicen, porque le enviaba cartas de amor de un estudiante del colegio. Recuerdo al profe de matemáticas; el Pisco, así le llamábamos porque él solía decir; oiga, el pisco del fondo. Vea usted, pisco. Así que por eso le decíamos así. Era flaco, joven y andaba en una moto grande. Décadas después me lo encontré y la verdad es que no había cambiado mucho, seguía en una moto grande y seguía físicamente delgado. Enith Leal, creo era su apellido, era profe de español, una veinteañera tetona que nos acompañó en los primeros cursos del bachillerato. Esa fue mi primaria al lado de compañeros como Orlando Rojas, Izquierdo, Neiver, Polanía, Bueno, Sanclemente, Soto, Dorado, Herney Sánchez, Besito (Jaime Alfredo Vargas) Erazo, Váscones, Heinar, Hecheverry (Rambler) y una larga lista que no mencionaré ni recuerdo toda. Esa fue mi vida en la primaria.