LA PRIMARIA.
Recuerdo que mi primer día en el
colegio fue de escándalo, no sé por qué grité y patalié escandalosamente esa
mañana en el jardín infantil que, parece ser, fue un cuartel donde se unían
futuros soldados a Bolívar que iban a combatir por la libertad. Justo donde hoy
día queda, o quedaba, el parque de la Factory, al lado de Com industria, o
donde quedaba. Quizás le hayan cambiado el nombre.
Allí pasaron mis días en el
kínder donde aprendí manualidades, a jugar, bailar, pintar, a trabajar con granos de fríjol, lentejas y demás y a vivir como niño
relacionándome con compañeros. Recuerdo el patio grande que había atrás, donde
estaban los juegos; el columpio y el resbalador a los cuales escapaba al ir baño,
aunque una vez me pillaron y castigaron.
Recuerdo muchas cosas de ese
colegio como la foto que me tomaron estando yo llorando, el uniforme blanco de
médico y algunos compañeros. Carlos Mauricio Bueno fue uno de ellos quien,
casualmente me acompañó en todos los colegios donde estuve. Recuerdo también la
vez que la profesora me pegó con la regla en la mano por no estar pendiente. No
lloré, supe aguantarme bien. Eran otros tiempos. Esta fue mi vida en este
jardín infantil, situado cerca a mi casa ahí en el barrio Uribe, diagonal a la
casa de mi tía Manuela.
Después de mi paso por este sitio
me fui al colegio Santa Teresita a varios metros del juzgado de menores donde
trabajaba mi mamá, a la vuelta de la clínica Palmira. Sus directoras eran dos
viejas solteronas; Mercedes y Adiela Torres, hermanas entre ellas. En este
colegio tuve que repetir el kínder por no saber escribir ni los números. Todo
fue bien hasta el segundo de primaria, la profesora Elena me hacía sentir mal
por su trato hacia mí, ella tenía un hijo en quinto de primaria que, al
terminar, obviamente salió del colegio por no haber secundaria.
Gloria y Luz Elena era compañeras
y vecinas que a ratos le llevaban cuentos a la profe sobre mí y ella les creía ganándome
un buen regaño. Eran tiempos muy diferentes donde la cosa no era como hoy día,
si iba mal mis papás me castigaban, si había una queja de la profe no valía la
excusa que yo sacara. Si se daban cuenta que una profesora me había regañado a
mí me pegaban en casa.
No tengo recuerdos buenos de ese
entonces, ni siquiera de la gran mayoría de mi vida como escolar. Recuerdo que
estaba inmensamente enamorado de Constanza Mejía Castro, una mona que me
encantaba, ella lo sabía y me detestaba. También estaba Olga Lucía Aldana,
delgada, blanquita y hermosa, pero en esa etapa de la vida suelen ser crueles y
yo pertenecía al bando discriminado por ellas. Yo era un niño, vivía como tal,
pero cuando veo esos recuerdos siempre digo que no fueron agradables, a lo
mejor yo tuve mucho que ver en eso, es posible, pero no son buenos esos
recuerdos.
Al terminar el segundo año me
pasaron al Seminario de Cristo Sacerdote, un colegio de clase y educación
estricta y religiosa, pero llegué en esa época a la que llamé la época oscura.
Me parece difícil creer que así fuera mi colegio en su momento. Había fama de
que si uno se portaba mal los padres lo cogían a correazos para castigarlo.
Para aquel entonces yo era buen estudiante a pesar de todo.
La tienda la llevaba un profesor
negro, no recuerdo su nombre, quizás era Walter Candelo, aunque en ese entonces
solo vendía pan y gaseosa, eso era lo único que se vendía y estudiábamos todo
el día, por la mañana de 7:30 a 11:00 de la mañana y de 2:00 a 5:00 de la
tarde. Incluso cuando entré en tercero me tocaba ir en la tarde y así hasta
terminar el colegio. El padre Ovidio era rector en ese tiempo, le tenía miedo,
era más alto que yo, claro, era niño en ese entonces. Y el patio del colegio no
estaba cerrado, cualquiera podía entrar y salir, cierta vez entró al salón un
mendigo pidiendo limosna y algunos le dieron monedas.
El patio era descuidado, feo, la
yerba alta incluso la de las canchas de deporte camino a la casa del obispo;
Fátima. Atrás del colegio estaban las canchas de fútbol más grandes, había 4
canchas al lado del cañal, cuando sonaba el timbre indicando que el recreo
había acabado había que correr rápido para entrar a clase o si no se llegaba
tarde. Eran sitios solos y si pasaba algo nadie se enteraba. A veces se podía
ir por la parte de atrás (Cuando dejaban abierta la puerta) sin necesidad de
dar semejante vuelta, pero había que pasar unos 10 metros de matorrales y
ratas. Reconozco que era una época en la que mi colegio estaba descuidado y los
padres no sé qué hacían.
Cierta vez el padre Carlos Julio
Aristizábal nos pilló, por llamarlo así, a Leonardo Cano, Tajadita y a mí
intentando cazar una pajarito en uno de los corredores del plantel,
inmediatamente nos castigó haciéndonos llevar una jaula y canarios para el
colegio. Tajadita creo que se salvó porque su familia, pudiente y de poder,
habló para que le levantaran ese castigo. Tajadita; vaya personaje tan
desagradable, se las daba de mucha cosa por tener plata. Con los años, de dos
pajaritos que llevamos, pasaron a ser 10 y muchos más, tanto así que la última
vez que fui a final de los 90´s vi que habían hecho una especie de aviario con
aves de varias especies gracias al castigo que me había puesto cuando realmente
yo no tenía nada que ver con eso, solo era Villegas (Tajada) quien quería
atrapar el pájaro y no nosotros.
Mi profesora de tercero de
primaria fue Julia, excelente profesora que también le dio clases a mis
hermanos y a un primo. Mi profe de cuarto fue una de apellido Chicangana que
después fue reemplazada por un profe de apellido Castillo o Palacios. En cuarto
fui buen estudiante, siempre con buenas notas, sacando de 4 en adelante. Llegó
el quinto año y aquí fue mi trauma con el profesor Miranda, Francisco Miranda
creo que era su nombre, papá del compañero Miranda quien se había quedado en
Cuarto, un muchacho normal, pero que gustaba de molestarnos mucho, a mí, por
ejemplo, en recreo solía jalarme las patillas y salir corriendo, nunca logré
alcanzarlo y desquitarme.
Muchos estábamos convencidos de que
su papá, el profe Miranda, había entrado al colegio para desquitarse de
nosotros y vengarse por lo que le hicimos a su hijo en cursos pasados; el
joderlo, también pegarle y un largo etc. Este profesor me destruyó mi vida de
colegial y me dio muy duro, en su momento, tener la experiencia de haberlo
conocido. En quinto empecé a perder materias lo cual me traumó demasiado en su
momento, debía ser un error. Y lo peor es que nunca me habían sacado de clase y
él me sacó una vez por reírme de un chiste que había contado. Su trato no era
el de un profesor de primaria, hasta le pegó una patada a Herney Sánchez
(Sancho Panza) Si, llegué a tenerle miedo. Se paraba cruzado de brazos con sus
brazos fuertes, canoso era el hombre y de cara seria, como amargado. Con su reloj
en su muñeca sentí stress cuando pasaba cerca de mí. Después de la patada, creí
que nos pegaría a todos en cualquier momento.
El psicólogo me mandó a llamar
varias veces y le conté todo sobre el profe, pero él ya me había destruido mi
vida de estudiante. Para aquel entonces creo que el rector era el padre Angel,
Ovidio se despidió de todos porque supuestamente se iba a Roma a estudiar,
nunca supe qué, tampoco lo dijeron y fue hasta hace pocos años (2012 aprox.) que
Damián me contó que él nunca se fue a Roma, que lo cambiaron y enviaron de
párroco a una iglesia en las Mercedes. Algo creo recordar en su momento que él
me decía eso, pero nunca le creí. ¿Por qué el padre Ovidio y los demás nos
mentirían? Y Damián hace unos años me contó del escándalo interno del abuso sexual
de internos y de quienes querían seguir el sacerdocio. Ahora entendía todo y
comprendí esa vez, en un retiro, cuando un compañero me dijo que el padre Angel
era cacorro por ese abrazo con restregada de pelvis a nosotros.
Si, el seminario tenía internos
solo de Lunes a Viernes, vivían en el tercer piso donde estaban los
dormitorios. Por lo general ellos eran de Buga y Cali. También habían semi
internos que estaban todo el día en el cole y tenían servicio de comedor. Carlos
Arturo Váscones era un semi interno que vivía en Tablones, lo recuerdo porque
su apellido es difícil de olvidar, ya que en quinto de primaria empecé a
escribir un poco más seriamente con El calvario de Váscones, libro de terror
que por culpa de mi mamá dejé de escribirlo.
Nunca me gustó esa época,
recuerdo que el poder lo tenían las familias pudientes de Palmira, aunque nunca
entenderé por qué había gente como Arango, ese robaba a los pequeños, les
pegaba y molestaba, hasta nos sacaba de las canchas para poder jugar él y los
suyos bajo el pretexto de que el padre le había dado permiso. Tenía su puesto
en el bus sapote, la parte atrás derecha del bus, quien osara violar su trono
era sacado a golpes. Abusaba de los más pequeños y era buen peleador, vi darle
duro a más altos que él. Un completo gamín, sabía desenvolverse en la calle,
por eso lo llamo gamín. Cierta tarde lo vi llorando vomitando sangre, me alegré
demasiado de que alguien le pegara, fue uno de mis días más felices en el
colegio. Las semanas siguientes quedó con un ojo negro porque alguien de grado
superior le pegó un buen puñetazo. Creo que muchas víctimas de él se sintieron
vengados.
Tuve amigos con los que andaba
mucho en el colegio y tuve otros que me molestaban. Hoy día sería llamado
bulling; Marcelo Alvarez fue uno que me molestó en su momento, me amenazaba y
pegaba. Era un negro grande que vivía en el Prado. Los hermanos Montaño eran
unos que consideré galembos, malcriados y gamines… bueno solo eran malcriados,
creo que la mamá les daba de todo y nunca les negó nada. En general creo que
fui el bobo de la clase, a mi solían engañarme y quitarme mi dinero, pocos
solían juntarse conmigo. Si, acepto que fui muy mimado y quizás inseguro, por
eso fui el bobo del salón, aunque afortunadamente no llevé la corona, esa fue
de otro.
De los profesores puedo recordar,
además de los mencionados, a uno flaco que conocía a mi papá por ser compañero del
Cárdenas, a Otoniel, profe de educación física a quien echaron, según dicen,
porque le enviaba cartas de amor de un estudiante del colegio. Recuerdo al
profe de matemáticas; el Pisco, así le llamábamos porque él solía decir; oiga,
el pisco del fondo. Vea usted, pisco. Así que por eso le decíamos así. Era flaco,
joven y andaba en una moto grande. Décadas después me lo encontré y la verdad
es que no había cambiado mucho, seguía en una moto grande y seguía físicamente delgado.
Enith Leal, creo era su apellido, era profe de español, una veinteañera tetona
que nos acompañó en los primeros cursos del bachillerato. Esa fue mi primaria
al lado de compañeros como Orlando Rojas, Izquierdo, Neiver, Polanía, Bueno, Sanclemente,
Soto, Dorado, Herney Sánchez, Besito (Jaime Alfredo Vargas) Erazo, Váscones, Heinar,
Hecheverry (Rambler) y una larga lista que no mencionaré ni recuerdo toda. Esa
fue mi vida en la primaria.