Los
medios de información alertaban sobre esa nube de gas tóxico que venía de Asia.
El caos era total porque los países Europeos alcanzados por la polvareda habían
dejado de tener comunicación. Los supermercados eran saqueados dejándolos
limpios, como si fueran nuevos. Había miedo, demasiado miedo. El gobierno
sugería encerrarse en casa y no salir hasta nuevo aviso. Y eso fue lo que
justamente hizo Sergio para protegerse a sí mismo y a su familia.
Solo
se sabía que la nube provenía de un cometa que entró a la atmósfera explotando
antes de tocar tierra, pero se rumoreaba más cosas, como que era producida por
alguna planta nuclear y hasta producto de algún experimento militar de los
Rusos. Nada certero se sabía, solo especulaciones. Lo cierto era que la nube
parecía expandirse por todo el planeta, cubriendo países como la misma Rusia y
el este de Europa, países que, una vez cubiertos, quedaban en silencio. Se perdía
comunicación con ellos.
Sergio
despertó aturdido, sin saber qué hora era ni el día. Estaba desorientado y aún
en ropa de dormir. El dolor de cabeza era agudo, pero así logró ponerse en pie esa noche para
ir a beber agua. Pasaron varias horas y no pudo volver a dormir. Prefirió
buscar en la televisión algún dato informativo de lo sucedido y hasta la hora.
No sabía ni eso porque su celular estaba apagado y sin batería. Ya cuando había
aclarado un poco se dio una ducha con la que logró despertar completamente y,
de paso, ver cómo estaba su familia. Su esposa no despertaba a pesar de su
intento por hacerlo, parecía en un estado de sueño profundo al igual que sus
hijos. Les tomó el pulso, pero todo estaba bien, exceptuando ese raro olor en
el ambiente. Buscó en los canales de televisión noticias sobre la situación,
pero nada de eso, solo había películas junto con los televentas. Antes de
decidirse a salir a la calle dejó cargando los teléfonos.
El
cielo era de un color amarillento, no había nadie en la calle, no se escuchaba
nada, solo sus pasos sobre el asfalto. Y ese raro olor a químico que no sabía
identificar. Caminó alrededor de dos horas buscando a alguien, pero todo era soledad.
Por fin supo la hora al ver en una farmacia la hora que recorría la pantalla
verde de luces. 9:15 de la mañana del día 24 de Octubre del año 2020, pero solo
era ese dato. No sabía qué había pasado. Ahí estaba viendo la fecha actual, la
supuesta actual fecha, ya que sus recuerdos estaban solo hasta el 28 de julio
del mismo año. No podía haber dormido casi tres meses de seguido, aunque, a
decir verdad, esa cefalea y el mareo tampoco podía explicarlo.
Caminó
de regreso tomando otra calle atravesando parte de La Gran Vía Madrileña, una
arteria vacía, sin vida. Con las calles empezando a ser cubiertas por la yerba.
Yendo camino a casa entre los edificios de Noviciado vio, en una calle, hacía
la calle San Bernardo un ciervo curioseando. Desde la esquina quedó
contemplándolo, disfrutando de la vista. No siempre se podía ver un ciervo en
pleno centro de la capital. Inmerso en su paisaje y sin esperarlo, cuatro lobos
salieron de la nada saltando sobre el ciervo. Lo devoraron. El susto de Sergio
fue grande, por lo que corrió por la calle contraria buscando protección. Atravesando otra calle principal, ya cubierta
por yerba y arbustos junto con coches que empezaban a ser ingeridos por la
vegetación que ya florecía, vio una tienda conocida abierta, por lo que entró a
ella a investigar. Ansiaba encontrar a alguien más, necesitaba saber qué
ocurrió. Al entrar no había, aparentemente, nadie. Solo el olor raro y una
fetidez dentro de la tienda. Aun se veía género de alimentos. Corrió a los
refrigeradores y en bolsas introdujo bandejas de carne que no estuviesen tan
dañadas. Tenía que aprovisionarse hasta saber que sucedía. Buscando más comida
en buen estado se encontró con un cadáver en uno de los pasillos del
supermercado. Un hombre con un cuchillo en el cuello y muestra de haber sido
asesinado. Estaba sobre un charco de sangre ya coagulada. Había llenado un
carro grande de alimentos y fue antes de salir del sitio que oyó un fuerte
ruido como de una trompeta a lo lejos. No se alegró, no fue en su busca.
Simplemente un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Huyó de ahí corriendo a
la vez que empujaba el carro lleno de la compra.
En
casa por fin había logrado despertar a su familia, su esposa estaba en el sofá
bebiendo una taza de té. Se veía desorientada, como borracha. Sus hijos terminaban
de comer los filetes que había preparado él, aunque el ambiente seguía siendo
raro. ¿Qué era lo que había sucedido?
Contó
a su familia todo lo que sabía de momento, ella miraba el teléfono ya con
batería llena. La hora estaba actualizada automáticamente: 12:15 de la tarde
del día Sábado 24 de Octubre del año 2020. No comprendían nada.
-
¿Qué crees que tenemos qué hacer? –
Preguntó Cynthia a Sergio.
-
Buscar a otros como nosotros, supongo –
Contestó tocando su barba de 4 días.
-
Armas, hay que conseguir armas. Si viste
lobos podrás ver gente desagradable o quién sabe qué cosa más – Agregó Andy, el
hijo mayor de 15 años.
Sergio
lanzó una mirada a su esposa. Ella correspondió dando a entender que Andy tenía
razón. No sabía cómo encontrar armas, pero había que armarse. El resto de la
tarde se la pasaron zapeando los canales intentando encontrar algo y sí que lo
hallaron. En varios canales públicos se veía la señal de emergencia cosa que
esa mañana no había. La radio estaba igual. Solo unas pocas con música
programada, pero nada más. A la noche Sergio se animó a buscar a alguien más
con vida, pero la idea de armarse pesaba más. ¿Dónde más podía encontrar armas?
Y fue cuando recordó algo; su vecino era
guardia civil.
Después
de llamar varias veces a la puerta del 6B sin recibir respuesta la abrió de un
fuerte golpe. Sergio llamó varias veces después de entrar al apartamento y
encender la luz. Pero solo el silencio fue la respuesta. Entró con cautela
llegando al salón, el televisor estaba encendido y alguien sobre el sofá
aparentemente dormido. Cynthia detrás de él se percataba de que nadie saliese
de sorpresa. En su izquierda un cuchillo como arma. Sergio se acercó a la
persona dormida encontrándose con una mujer adulta muerta, estaba con su piel
pegada a los huesos. Un leve viento entró a través de la ventana abierta del
lugar. Fue a revisar las habitaciones sin encontrar a nadie más, hasta ir al
baño, sobre el suelo estaba boca abajo el guardia civil sin camisa, pero con
pantalón de su uniforme. No había signos de violencia, no había nada que
indicara el motivo de esas muertes. Ellos estaban muy confundidos y de nuevo el
mareo regresó con la cefalea. Sergio se apresuró en buscar armas y fue en el
armario donde encontró 2 armas cortas con 4 cajas de munición y una escopeta
recortada. Dio un arma corta a su esposa quien preocupada preguntó
-
¿Qué está pasando? –
-
No tengo idea. Hemos dormido casi tres
meses y esta gente está muerta sin motivo– Dijo Sergio.
Miró
por última vez a la mujer sobre el sofá, la esposa del guarda civil, miró a su
esposa para lanzar un
-
¿Y si todos están muertos y solo nosotros
sobrevivimos? –
Ella
no quería oír eso, aunque lo imaginaba.
-
¡Dios mío, no! ¿Y mi madre? ¿Y mi
familia? – Preguntó ella con las manos en el pecho.
Saliendo
con paso decidido dijo
-
Solo hay una manera de saberlo –
Abrió
la puerta del frente siendo observado por ella desde la puerta de la casa del
guardia civil. Segundos después salió triste.
-
Son los Ecuatorianos, los padres de los
bebés gemelos – Dijo con vos entre cortada.
Ella
lloró. Sergio bajó hasta la tercera planta, abrió a golpes varios pisos y lo
mismo halló; cadáveres descompuestos de sus habitantes.
Estaba
molesto por no saber qué estaba ocurriendo. ¿A qué se enfrentaban? No podía
recordar nada del día en que se durmió tres meses atrás. Quería saber qué
sucedía, pero era en vano. Fue eso que lo animó para salir a alguna base
militar y buscar armas y de paso más sobrevivientes.
Frente
a su edificio rompió la ventana de un coche para poder entrar en él y
conducirlo. Toda la familia completa estaba dentro del auto.
-
¿Y las llaves? – Preguntó Cynthia.
-
Haré un puente – Respondió él con
destornillador en mano abriendo la base del volante.
Esa
noche salieron hacía una base militar cubiertos por un cielo amarillento en
busca de respuestas. Carabanchel fue su destino. Las calles desoladas dejaban
al descubierto animales dentro de la ciudad; jabalíes, ciervos y perros entre
la sombra, perros que podían pasar por lobos. Y restos de cadáveres devorados
por carroñeros. Las calles empezaban a cubrirse de vegetación y los autos
estacionados estaban ahí inmóviles, esperando a que el óxido se los comiese.
Casi
una hora después llegaban a la base militar de Carabanchel. Al lado de la
caseta de entrada se detuvieron. Estaban pensativos, dudosos.
-
No sé, quizás las armas que encontramos
donde el guardia civil sean suficientes de momento –
Su
esposa no supo responder, no sabía qué hacer. Segundos después acertó al decir
-
Tengo miedo. Con armas quizás me sienta
más segura –
Andy
en silencio atrás junto con Brendan de 10 años.
Frente
al coche solo tinieblas. Después de subir la barra se adentraron a ese lugar.
Lento y rompiendo la oscuridad gracias a las luces del auto. Ni siquiera sabían
dónde estaba la armería, por eso iban lentamente, observando el alrededor que
empezaba a ser comido por la naturaleza que se abría camino.
-
¡Ahí está! – Dijo Andy mirando por la
ventanilla.
Sergio
lanzó una mirada y vio la flecha en la pared que decía armería. El coche no
tenía camino hasta allá, así que bajaron todos con los nervios en punta. Todos
juntos, nadie separado. Siguieron la flecha y los condujo casi cien metros
adelante entre edificios del sitio. Llegaron a una edificación de dos plantas
apartada del resto; la armería. Cerrada, pero abierta a la fuerza. En su
interior se toparon con estanterías con diversos tipos de fusiles y cajas de
madera quizás con más munición y probablemente armamento. Estaba seleccionando
algunos fusiles cuando la luz se encendió opacando la de la linterna que
sostenía Cynthia. Al girar hacia atrás estaban ante ellos cuatro siluetas
negras apuntando sus armas contra ellos.
-
Que nadie se mueva. Están en un
campamento militar y ustedes están robando –
Les
dijo una de esas siluetas.
Minutos
después estaban mani atados, sentados en un sofá. Delante de ellos tres de las
siluetas y dos militares.
-
¿Así que no se les ocurrió mejor idea
que venir a una base militar a robar armas para protegerse de lobos? – Preguntó
un militar de gafas para ver.
-
Si lo ve desde ese punto de vista –
Respondió Sergio.
-
¿Qué ha pasado? – Interrumpió Cynthia -
¿Qué ha pasado en el mundo? ¿Ustedes también durmieron durante tres meses? –
-
No sabemos qué ha pasado. No hay nadie
en la calle. Entramos a un piso de un vecino y están todos muertos. Tenemos
miedo. ¿Sabéis qué está pasando? – Cabizbajo preguntó Sergio.
-
¿Por eso vinisteis a robar armas al
ejército? – Pregunta el militar de gafas.
-
Coño que si, a eso vinimos – Levanta la
voz Andy.
Inmediatamente
llega corriendo una de las siluetas negras quitando su máscara dejando al
descubierto la cara de un joven de aspecto fuerte. Visiblemente agitado le dice
al militar de gafas.
-
Hay señal, Señor – Informa.
Lo
mira sorprendido. Ordenando desatar las manos de la familia a la vez que salía
de esa sala.
-
Tráelos – Dijo antes de salir.
Fueron
llevados a uno de los edificios a cien metros de ahí, en esa sala habían más
militares frente al televisor. Todos
estaban concentrados viendo lo que un hombre con una especie de uniforme militar
decía en directo en la televisión. Hablaba de una ley nuestra para ustedes y así salvar a la humanidad. Minutos después
de llegar la familia terminó de hablar el extraño por televisión apareciendo la
señal de emergencia. Todos los presentes quedaron mudos, notablemente
preocupados.
-
¿Qué es lo que sucede? – Cuestionó
Sergio.
Y
quizás lo que le narró el militar de gafas no le hubiese gustado saberlo nunca,
pero era la mejor opción:
La
nube de gas fue producida por un cometa compuesto por químicos perjudiciales
para la humanidad, parece que fue un ataque alienígena. Explotó antes de tocar
tierra produciendo una nube enorme que cubrió el planeta. Millones de personas
murieron al respirar el gas mortal. Y quienes no lo hicieron directamente
fueron sumidos en una especie de hibernación por varios meses. No se sabe
cuántos han muerto, pero por lo visto son pocos los sobrevivientes. Quien habló
por televisión era algún representante del enemigo quien pedía una ley
universal hecha por ellos para beneficio nuestro, pero se sabía que no era así,
porque imponía unas leyes dictatoriales de comienzo bajo un régimen de
aceptación total de todo lo que ellos (Los seres) impusieran bajo castigo de
muerte para quien no aceptara.
-
¿Qué podemos hacer? ¿Rendirnos? –
Preguntó Sergio.
-
No me han preparado para estas cosas en
el ejército, pero mientras viva y me queden fuerzas no me dejaré gobernar por
lagartos – Matizó el militar.
La
Tierra había caído bajo poder de esa raza de seres que imponía sus leyes no
para beneficiarnos sino para bien de ellos. Lo peor de todo es que ya llevaban
tiempo con nosotros sin que supiésemos, todos se habían metido en la política y
hasta en el ejército. Ahora parece que no había nada qué hacer. Era
aparentemente tarde. Estábamos solos en esto por habernos dejado manipular de
promesas falsas de políticos manipulados por ellos. Nos vendieron y quienes nos
vendieron no gozaron de nada, muertos estaban casi el 80% de la población.
Había que empezar de nuevo, un comienzo difícil porque el control nuestro lo
tenían ellos; más fuertes, con más tecnología y muy avanzados a nosotros. Dirigieron
la economía, el ocio y controlaban todo lo que generaba dinero. Estábamos
perdidos a menos que tomáramos esa decisión que nos liberase de ellos.