miércoles, 7 de diciembre de 2016

EL SEGUNDO QUINTO.


Llegué esa mañana y Rigo me esperaba en el salón de grado 11 y riendo me decía que ese era mi salón y que podía entrar. Me despejaba el camino para que entrara, pero yo pasé de largo y seguí al salón de mi hermano en décimo grado; quinto de bachillerato. Al inicio me sentí raro, pero después de presentarme al frente del salón ante todos mis nuevos compañeros, entré en confianza. En ese momento aproveche para presentarme como Jason. Oficialmente había adoptado mi nombre artístico que había nacido tiempo atrás; Jason Tigreros.
Muy a diferencia del grupo que iba delante de mí, los de sexto de bachillerato, en el grupo donde me hallaba me sentí aceptado sin problema alguno, encajaba entre ellos, aunque al comienzo mi hermano parecía querer dejarme en ridículo, pero fue solo al inicio, después éramos simples compañeros.

Me quedaban solo 2 años de estudio y quizás fue por no sentir ese rechazo con mis nuevos compañeros que decidí disfrutar del tiempo restante. A la mierda preocuparme por las notas, a la mierda todo. Hay que gozar de la vida. Me había desatado, era de los que ponían recocha en el salón. Nunca fui líder ni popular, pero no pasé desapercibido. Me propuse ser buen estudiante, pero a pesar de las décadas, no logré cumplir esa propuesta. Nunca fui buen estudiante, ni siquiera en la universidad. Hasta la imagen de mis profesores era nueva, los vi de otra forma sin importar qué tan bien fuera en sus clases.
Pero siempre mis resultados en Física, Química y Cálculo fue desastroso y no tardé en seguir perdiendo esas materias. Nunca las entendí, nunca me gustaron, recuerdo que en sexto de bachillerato mi hermano fue quien me ayudó a ganar el año, no porque me explicara esas materias sino porque en los exámenes él me pasaba la respuesta en papelitos, de lo contrario creo que el Seminario de Cristo Sacerdote de Palmira, me habría jubilado hace rato. Y fue debido a esa situación que en quinto pensé seriamente en el suicidio. Iba mal en las tres putas materias de siempre y hasta creí que podía perder el año, antes de eso prefería morir y lo planee bien, necesitaba un 7 de Física que era imposible que sacara.

Como siempre había llegado temprano al colegio y caminando por los corredores del colegio pensando qué hacer, buscando otra solución y hasta yendo a la capilla a hacer promesas, me encuentro en las escaleras al padre Fabio Cortés, le pregunté si tenía tiempo y me dijo que no, era mi salvación, pero se me fue de las manos, así que regresé al salón a esperar a todos cuando él se me aparece por detrás; Tienes cara de tener algún problema serio, qué te pasa? Y le conté desahogándome en llanto. Tranquilo, yo te ayudo. Y sí que lo hizo al final, le estaré muy agradecido hasta el final. Había conseguido un frasco con pastillas para dormir y tenía algún dinero para una caneca de aguardiente. Si perdía el año o habilitaba la cosa era sencilla; me bebía la caneca y me tomaba el frasco entero. Fin del asunto. Pero la cosa tuvo un final menos trágico y eso se lo debo al padre Fabio.

Ese quinto, a pesar de todo, fue el año en que disfruté de la vida, fue el año en que me corrompió esa vecina en mi cumpleaños 16, ella con un poco más de 30. Fue el año de los polvos con Deyanira, casi todos en el colegio llegaron a saberlo (Si la capilla hablara), fue ese año en que todos me felicitaron por romperle el tabique a Potes. Me tenía asoliao desde inicio de año, gustaba de joderme mucho sin yo hacerle nada. Odiaba ese apodo de embarazo quien me puso Ronald Castillo mientras esperábamos el bus para ir al colegio años atrás, su razón era que yo era gordito y barrigón, cosa que no lo era en ese entonces, quizás hoy día si. El apodo se popularizó en el colegio, cosa que me sacaba de genio que me lo dijeran. Y Potes, un negro alto y grueso, de cursos inferiores al mío, solía decírmelo constantemente:
-No me jodás, ombe, no me digás así-
-Respetá que yo no te jodo, güevón-
Pero eso era darle más pedal para que siguiera.
Cierto día me lo encuentro en el recreo y cae de rodillas quejándose de un fuerte dolor de estómago, lo ayudo a levantarse y me dice agarrándose el vientre;
-Uy, marica, llévame al hospital, que ya estoy dando a luz-
Lo entendí segundos después cuando salió corriendo muerto de risa. Y es que era normal en él joderme así, a veces estaba con sus amigos y comentaba cosas en voz alta para que yo lo oyera, cosas como; Una tía mía está en embarazo.
Remarcaba el embarazo y cuando yo le hacía el reclamo él serio me respondía que qué tiene de malo que su tía estuviera en embarazo? En el recreo era normal escuchar como gritaban a lo lejos ese apodo y yo llegué a ese punto en que una tarde decidía poner punto final a eso. Esperé a que el bus sapote llegará y así no me dijera nada le iba a dar su tatequieto. Efectivamente pasó detrás de mí, lo miré, él me sonrió con intención de joderme y yo lo sigo, él corre y ahí nos enzarzamos, bueno, realmente lo enzarcé en una tanda de puñetazos y patadas. Nos hicieron ruedo y todos era con el:
- Dale, marica.
-Más duro.
-Eso, viejo Tigre dale una por mí.
Y así quedó la cosa, tocaron el timbre de la primera hora de clase en la tarde y me fui contento a clase mientras recibía felicitaciones de todos, hasta Rigo me agradeció, que si no hubiera sido yo hubiera sido él. En el salón llega Banano y me comenta;
-Ve que bajés a coordinación que le partiste el tabique a Potes.
No le creí, pero al poco rato subió Edgar Avila y me lleva a coordinación. Nunca imaginé que la cosa fuera tan grave. Juan Rosas llamó a mi papá a la oficina que él tenía y después del susto (Pensó que algo malo me había pasado) llegó al colegio a regañarme:
-        -  Le hubieras dado un par de cachetadas y listo el pollo-
-         -  Es que no sabés la clase de papás que tiene ese muchacho? Menos mal están muertos o sino estarías en peligro, carajo-
Y era cierto, parece que los papás de Potes eran pequeños narcos que mataron a una cuadra del hospital. Tenían fama de mala gente. Potes parece que vivía con su abuela, una mujer ya muy vieja. El pensó en denunciarme, pero al ser ambos menores de edad nada de eso sucedió, el abogado le dijo que no podía hacer nada por la edad. Días después me llama Potes por teléfono a amenazarme:
-Me las vas a pagar, hijueputa, te voy a quiñar -

Aunque en su momento no sabía quién era. Le conté a mi papá y a su vez él le contó a mi primo Saulo, un policía que también hacía trabajos sucios, habló conmigo y él hizo su trabajo. Nunca supe a qué se refería con hacer su trabajo, pero la cosa se calmó con Potes. Recuerdo que varios años después, cuando me fui a Bogotá a estudiar, en uno de mis regresos a Palmira, estaba yo en la estación y alguien me dice con voz delgada
-Hola
Al levantarme la mirada para ver quien me saludaba veo a un gorila de unos 2 metros, de aspecto rudo, fuerte y un cuerpo que impactaba. Era Potes a unos pasos de mí. Si en ese momento fuera la pelea solo bastaría un golpe de él para llevarme al hospital. Me dio alegría verlo, lo reconozco.

No tuve más peleas desde ese momento. Aunque en el colegio sí que hubo más, como la de Alejandro Reyes y Papo, con traición y que tal. Papo se iba a quitar las gafas para pelear y Reyes lo cogió a traición. Tiempo después en una rumbilla que hice en mi casa ellos terminaron abrazados reconciliándose. Arias y otro compañero se agarraron en el barrio donde íbamos a hacer las horas sociales. Hernando Paredes, quien era el director de ese proyecto, se pegó su emputada cuando vio a estos dos peleando delante de la gente. Inmediatamente nos regresamos al colegio. De verdad nunca había visto al profe puto.

Esta fue una buena época, los Viernes íbamos al barrio 20 de Julio, aún en construcción, a hacer horas sociales en una escuelita del barrio. No me gustaba ir al inicio, porque me ponían todo un salón entero para mí con niños indisciplinados, además las calles eran destapadas y cuando los carros pasaban se levantaba esa polvareda que no dejaba respirar. Pero con el tiempo a mí me dejaron solo un grupo de niños que querían aprender primeros auxilios (Aprovechando los conocimientos que tenía sobre el tema, aprendidos en ese grupo llamado Cuerpo de Voluntariados para Emergencia, cuya sede estaba en el club de leones del recreo) y con el que logré impartir mis conocimientos a un pequeño grupo. A veces echaba una mano a alguna profesora y hasta fuimos jurado de un concurso de belleza infantil de ese colegio: Gato, Caro, quizás uno más y yo fuimos los que escogimos a la más hermosa de las niñas. A punto estuvimos de dejar a la negrita más fea como reina:
-Muchachos, de cagada dejemos a la negrita- Nos propuso Gato riendo.
Y no era mala idea, pero al final decidimos comportarnos, pero la tentación estuvo hasta el último instante cuando la negrita fea y las más bonita estaban de últimas. Reina y Virreina. Caro presentó la decisión, pero quedó marcado por semanas cuando cometió el error de decir:
-          -Y ahora este es el resultado, tata tatán…-
Música de fanfarrias? ¡Por favor!, en el salón cuando Caro hablaba no faltaba quien hiciera ruidos de fanfarrias; tata tatán.

Paul Escobar tenía su pretendiente en este barrio, una mujerzota de unos 17 años estudiante del Colegio Cárdenas, una patona que estaba bien y, ya ni me sorprendía, conocía a mi papá. Parece que estos dos tuvieron su cuento. Yo solo iba a enseñar primeros auxilios a esta primaria, por eso casi le practico socorro a una profe que me miraba con malas intenciones. Solo pude hacerle respiración lengua… perdón, quise decir boca a leng… a boca.

En el salón hubo momentos en que se empezó a vender cocaína gracias a Pucheca (Arana), ya me extrañaba que salieran tanto al baño y era por eso, solo hasta que alguien me contó delos ojos rojos pillé quienes eran los que se volvía drogos, pero eso fue solo en el Quinto de bachillerato.
Arana le decía Pucheca, no sé por qué. Era fuerte, alto y, aunque no le vi pelear, se veía experto en el tema. Sabíamos que le metía al vicio, hasta me llevo mi medicina, no la probé por miedo, pero la vi con una poco de ladrillo molido.

Arias (Campanero), vivía en Tablones junto con Rogeles (Et) y Libardo Díaz. Arias jodía mucho y se agarró una vez con Et. Solía verme y decirme levantando el pulgar
-Bien con esos tamales? – Se refería a mis zapatos.

Douglas Bloug a quien llamábamos el gringo o marrana mona, según Reyes, también le decían McArthur. Su nombre completo era Michael Douglas Bloug McArthur. Era de Estados Unidos y llego sin saber español al colegio, inmediatamente Bayona fue amigo de él y así aprender más el idioma y de paso, enseñarle al gringo. No me cansé de reír cuando le ponen en papelitos frases para que las dijera en su español agringado:
-Gringo decí esto-
Y leía frases como Arias es un campanero. Quiero tamales (Arias les puso así a mis zapatos) Huevito mama polla de caballo. Celimó las huevas. Leal es una vaca.

La pasamos bien ese momento, no faltaba el que le pasaba alguna frase que nos hacía carcajear a todos y no faltaba el sapo que nos pidiera ya basta, que podía venir alguien y pillarnos. Pero así aprendió español Douglas a quien enseñé a hacer Chancarina. Le encantaba.

Diego Bayona (Pastor, por estar guiando al gringo), estudió en el Liceo Santa Teresita, yo iba un curso delante de él. Era bueno para el inglés y creo que después del colegio se fue para USA. Sus papás intentaron meterse al narcotráfico, pero lo vieron duro y quizás lo dejaron. Eran dueños de una estación de gasolina y hasta la policía les allanó la casa.

Vera, el gordo, siempre le fue bien en los estudios, era muy aplicado y no se metía en problemas con nadie. Sus notas siempre fueron altas y no me sorprende que hoy día esté bien económicamente.

Galarza, tuvo un pasado trágico, iba de regreso a casa desde la finca con alguno de los locos Higuita (Hernán y su hermano) y sus papás cuando lo cogieron sicarios, los mataron delante de ellos. Galarza quedó bajo custodia de su tío, aquel quien se llevó a la hermana Blanca, la monja que estuvo en el colegio, y con la que se casó después. Cuando cumplió la mayoría de edad, según decían, el tío debía devolverle lo que por ley heredaba de sus papás, pero parece que el tío no quería hacerlo ni su esposa, la hermana Blanca, creo era su nombre, o quizás Clara Nidia.

Tuti estuvo de novio con una amiga del barrio, Yolanda, el pobre nunca supo con quien se metió. 
Lo de Prepí, porque por cualquier cosa se ponía colorado, como un pene. Prepí era el disminutivo de prepucio.

Los Higuita, Hernán erra llamado el loco por la sencilla razón de que estaba loco. Sufría de epilepsia teniendo una dentro del salón. Me sorprendía de Hernán que tuviese una capacidad auditiva increíble, escuchaba un leve susurro a muchos metros de distancia.

William Leal, La vaca, por sus gafas enormes solía dibujarlo en el tablero como una vaca con cuernos y gafas, me quedaba idéntico. Era tranquilo y no se metía en problemas, de hecho eran pocos los conflictivos en el salón.

Ronald Alonso Castillo, era el líder del salón, vivía a una cuadra de mi casa, duró años con su novia Margarita. Tuvo una muerte fea; fue un Diciembre, si mal no recuerdo, lo vi salir esa mañana en la camioneta verde y después me llegó la noticia que se había estrellado frente al parque de la caña. No murió instantáneamente, sino lentamente, el volante le aprisionó el pecho ahogándolo, nadie pudo sacarlo a tiempo. Por eso dentro del ataúd su color era morado.

Chappy, quizás le decían así por el personaje de Ton Gun, Chappy, siempre tuvo bozo, fue novio de Mónica, pero creo que no supo con quien se había metido. Parece ser que fue primo lejano mío, él era familiar de mi tía abuela Omaira.

Paul Andrés Escobar, tenía buenas notas y era sobrino de la secretaria del colegio, Floralba. Fue novio de la Patipeluda, no sabía por qué eran tan crueles con esos apodos hasta que le vi los brazos a ella, tenía más bellos que mí y que un oso. Me reí por horas. Vivía frente a las casas fiscales.

Gato, no me acuerdo de su nombre, creo que era algo así como Mauricio. Era gracioso verlo reír con sus enormes dientes, morenito y orejón. Decía que quería irse a Francia a estudiar francés, y hasta el momento sigue ahí en París.

Rico, nada malo de Rico, solo que años atrás le llamaban el enano Enrico. Siempre me pareció buena gente. recuerdo la foto que nos tomó mi papá el dia de grado; salé él intentando ocultarse.

Reyes, fue mi amigo y reía con mis historias, alguna vez fui a su casa a hacer un trabajo de Biología.

Potter, William Martínez, amigo mío. Palmira estaba llena de grafitis con la palabra Potter, él era su autor. Vivía frente a las casas fiscales. Bebía mucho, recuerdo su bicicleta amarilla de plato pequeño. Estuve en su casa varias veces y me amanecí otras tantas. Años después que salimos del colegio se dedicó a conducir el taxi del hermano, Peter, y en una de esas rutinas por la ciudad, delante de él una mujer se estrella contra un poste a lo cual Potter se bajó del taxi para socorrerla. No vio el cable de electricidad que hacía contacto con el vehículo estrellado recibiendo una descarga alta. Creo que duró 3 días hasta morir. Me dolió esa pérdida. La última vez que hablamos habíamos quedado en vernos para tomarnos unas cervezas.

Sanguino, que se me parecía a Gustavo Cerati, Saa y Kuri, eran los ricos del salón, buen gentes y buenos estudiantes vivían en Las Mercedes o Miriñao, de familias pudientes en la alta sociedad de Palmira. La tía de Sanguino era igualita al personaje de Qué nos pasa llamada Doña Soila. Cuando ella iba al colegio era normal escuchar a lo lejos el llamado de alguno para Soila.

Abraham Victoria Olivares, era del combo de Ronald y Chappy, solía ir en moto al colegio. Era caderón y nalgón, jugaba bien al futbol.

Aldemar Caro, conocido como Jetón o Vulva, por su impresionante tamaño de jeta que tenía, bueno, que aún tiene. Caro fue el responsable de que me echaran a la pileta un 24 de Octubre. Recuerdo bien que veníamos en el bus del barrio 20 de Julio y alguien dijo que yo andaba de cumple. Quise bajarme antes de llegar al colegio, pero antes de empezar a gritar para que Hernando Paredes me oyera más de uno me cayó encima  y no me dejaron gritar. Al llegar al bus entre varios me llevaron a la pileta donde las vacas toman agua y por mucho grito mío, por mucho forcejeo me tiraron con esa agua sucia llena de insectos. A la mierda… me fui yo. Mojado y sin medio de transporte, Abraham me llevó hasta la casa. Caro solía llamarme Care papa, porque dizque mi cara parecía una papa.

Juan Pablo Guido, conocido como capitán muñeca, Juanpi, Pomi, Pomponio por el personaje de las historietas del mismo nombre. Era de los vagos y al igual que a mí, solíamos perder materias.

Polanco que por la forma de hablar le llamábamos Atata.

Pedro Andrés Fossi, bajito, gordito y buena gente. 

Dulci, olvidé su nombre, era el afeminado del salón, Dulci por Dulzura, caminaba muy gay, pero en el exámen del batallón no le vi nada de gay, grande sí que la tenía. Vivía en el ingenio Castilla.

Nieva, era el único que estaba encaminado al sacerdocio. Negrito, flaco y buen estudiante. Le llamaban chorro de humo o ñaña.

Huevito, el paisa, su nombre era Iván Giraldo, delgado, buen estudiante. Vivían a una cuadra de mi casa.

Mazuera, Chupito o Droopy le decían, era calmadito, de mirada dormida. Tenía fama de ser lento, no sé por qué. Al final de curso iba mucho al gimnasio y ya se le notaba músculos. Iba al colegio en una FZ.

Recuerdo a uno que perdía años, nunca estudié con él, pero se le recuerda. Héctor Fabián de los Ríos, vivía en Fátima, un barrio al lado del mío. Su mamá solía traernos a casa, salida del colegio. Una vez me llama mi papá y me cuenta que Héctor venía una noche de las fiestas Pradera, recién había tanqueado ese carro verde claro y al estar un tanto tomado se durmió en una curva estrellándose contra un poste de luz. A los pocos segundos se empezó a incendiar el vehículo y como estaba atrapado no pudo escapar. Cuentan testigos que sus gritos eran horribles. ¡Fea muerte!

Diego de José Suárez Barreto vivía cerca de casa, a una cuadra. Tenía una hermanotas hermosas e inteligentes. Me gustaba Adriana, aunque después fui amigo de Raquel. Su papá era ya un hombre mayor y su mamá era una… mamacita que me gustaba verla de espalda. Era gracioso verlo cómo arremedaba al profesor Hugo Zúñiga cuando decía –Pero mira, hijo-
Suárez se ponía un dedo en una mejilla y decía lo mismo. Su risa era inconfundible. Hace poco me encontró él en el Linkedin.

Habían más compañeros, la verdad éramos como 45; Galarza, Papo, Calmala y otros pocos de los que no me acuerdo en el momento.

Sí, me gocé esos dos años restantes a pesar de mi intento de suicidio, pero me los gocé. No fui buen estudiante y reconozco que si no fuese por mi hermano César yo no habría salido nunca del colegio, la verdad es que cuando fuimos a la ceremonia de grado creía que era un sueño, tenía miedo que llegara el padre y me dijera
-Usted, Tigreros, perdió el año. No puede graduarse-

 De verdad que era mi miedo, cuando terminó la ceremonia yo apresuré a mi mamá para irnos rápido del colegio, no fuera que me salieran con esas. Nunca creí, en su momento, que me hubiera graduado y todo se lo debo a César que me ayudó en los exámenes pasándome las respuestas.