Me parecía mentira haber llegado
a primero de bachillerato, estrenando hasta pantaloncillos y unos jeans que me
quedaban muy grandes, era para que me durara unos años, decía mi mamá. Ya
empezábamos a salir de esa época oscura, aunque aún quedarían unos años, de
hecho creo que la cosa cambió para bien con el padre Célimo, pero eso lo
contaré en su momento. Los tres primeros años la pasé siempre habilitando y a
veces rehabilitando Matemáticas. ¡Cómo detestaba yo esa materia! Siempre los
profesores de estas áreas eran arrogantes y lo tachaban a uno de bruto e
ignorante. Hoy día les doy la razón ya que soy un negado para los números.
Confieso que no sé dividir por 3 cifras. Pero también es cierto que estos
profesores, a mi parecer, no sabían enseñar, no supieron cómo hacer para que
uno se interesara por los números. Parra (Creo que era José Antonio Para) le
decían pa rascarse el culo, vaya profe tan desagradable, arrogante y mala
persona. No tenía pedagogía y si le echaba el ojo uno simplemente le hacía
perder la materia. Trabajaba en el Cárdenas y de paso mi papá lo conocía, la
verdad es que muchos del Cárdenas enseñaron en el Seminario; Quiceno,
Insignares, María Teresa Culo, Enith Leal, Don Hernando era ese intermediario,
ya que él trabajaba ahí y en el Seminario. Y muchos más que no recuerdo ahora.
Parra tenía dos hijos estudiando en mi colegio, pero ellos no eran como el
papá, eran buena gente. Conocí amigos de mi papá del Cárdenas y nunca me
hablaron bien de él.
Recuerdo, no sé en qué curso, que
Andrés Felipe Martínez solía dibujar un papagayo en la hoja de los exámenes que
este profe nos hacía y nunca le dijo nada ni le llamó la atención a Martínez,
pero cierta vez copié eso de hacer un dibujo y Para pensó que le estaba echando
apodos a él, como si tuviera huevos para hacerlo, y en el examen que yo sacaba
5 me puso un cero por dizque irrespetarlo. En otra ocasión me quitó un libro,
El hombre que calculaba, en el que traía al final unos ejercicios matemáticos.
Mi papá me lo regaló a ver si así mejoraba en esa materia, pero al Parrita este
le dio por quitármelo por no ser un libro de Matemáticas, le insistí mucho para
que me lo devolviera, después de clase, y hasta me quería cobrar 500 pesos por
el decomiso, eso era tan caro que por menos podía comprarlo de nuevo. Al final
me lo devolvió. No tengo nada bueno qué contar de este tipejo, mis recuerdos
con él no son buenos. Solía llevarse bien con los de siempre.
Nelson Ospina era abogado y nos
dio Educación para la democracia e Historia. Era amigo de mi papá porque tenían
sus oficinas separadas a solo unos metros de distancia. Alguna vez me sacó de
clase. No me llevé mal con él, pero me parece que era muy hablador, muy
cuentero y mentiroso, al menos ese recuerdo me queda de él. Quizás no fuese
así, cómo no olvidar su voz.
Quiceno era amigo de mi papá y yo
lo fui de Juan, el hijo que llevaba el mismo nombre. El profe tenía un colegio
Cárdenas en el Bolo. Juan fue muy amigo mío en su momento. El profe nos daba
Geografía y siempre se caracterizó por su enorme barriga. Nos acompañó varios años
en el colegio. Juan era un tanto indisciplinado, cansón y tuvo su momento en
que los profesores tenían quejas de él y a muchos les caían mal. Cómo no
olvidar ese momento aterrador en que empezó a pelear con Cuácula en el salón y
Carvajal dando la espalda, a esa ventana que el profe Ricardo Cortés le había
hecho una persiana de madera que quedó mal colocada, no vio venir al profe
estrellándose con él al girar sobre si contento porque le estaban pegando a
Juan. Nunca nos esperamos que el profe agarrara a su hijo de una oreja para
lanzarlo hacia el rincón donde estaba el tarro de la basura, sacarse la correa
y empezar a darle mientras todos nosotros veíamos esa escena de terror pensando
que nos iba a acoger a todos a darnos una paliza. No había ruido, solo se oía
la correa acariciar el cuerpo de Juan y posteriormente el llanto de él. Qué
gracioso sería ver nuestras caras en su momento. Y como siempre fueron buenos
para los apodos al día siguiente él pasó a llamarse Correazo, por el fuete que
le dieron.
María Teresa, era compañera de mi
papá y en algún paseo de profes del Cárdenas la desconocí, porque borracha no
era la mujer recatada que conocía del Seminario. Hasta me puso el culo desnudo en
la cara en una piscina ese día que Lucho Herrera ganó el tour. Ella nos dio
Religión y alguna materia más. Solía declamar poesía, cosa que nunca me gustó,
ya que se metía tanto en su papel que me daba miedo, parecía enojarse cuando
declamaba y si lo hacía en el salón a mí me entraba una vergüenza ajena que no
quería repetir de nuevo. Alguna vez escuché el rumor de que Cadavid y Palma se
la había comido, pero nunca lo creí. ¿La profe María Teresa en esas? Pero si es
toda una señora. ¡Qué ingenuo fui, lo admito!
Edgar Avila, excelente, casi
nunca estaba mientras practicábamos algún deporte, mejor dicho en clase, pero
se dejó querer. Personalmente tengo buenos recuerdos de él, no le conocí nada
malo. Supe que fue el último de esa generación que salió del colegio, de hecho
terminó jubilándose ahí. El fue el sobreviviente de varios profes de educación
física que hubo en su momento. En mis últimos dos años solía escaparme en las
tardes al llegar la hora de deportes, era toda una aventura escaparse ya que
había que atravesar unos 300 metros de carretera bajo el riesgo de que entrara
el carro de Célimo o de alguien más y nos pillara. Una tarde casi nos pilla el
padre Fabio y la adrenalina fue única en ese momento, nosotros 3 en el suelo,
como en una película de guerra, inmóviles, su carro detenido como buscándonos,
se devolvía y cambiábamos de posición. ¡Qué tiempos!
Enith Leal, ¿Cómo no olvidar sus
tetas? Muchos la llamábamos a nuestro puesto pero era solo para tener de cerca
esas enormes pechugas. Debía tener veinte tantos años, era hermosísima, según
recuerdo y cuando Palma me enseñó eso de hacerse la paja yo inauguré mi primer
pajazo pensando en ella. Tenía un compañero, Humberto Prada Rada, primo de Juan
Carlos Prada. Humberto era el más viejo del salón, le llamaban el abuelo o papá
Pitufo, él debía tener unos 17 o 18 años cuando nosotros estábamos en tercero o
cuarto de bachillerato. Iba al colegio en una moto grande y a veces se llevaba
a la profesora Enith en moto como todo un príncipe azul. No necesitaba oír
rumores falsos o verdaderos para darme cuenta que ellos tenía algo. Supe que la
había invitado a esa fiesta en el batallón, no recuerdo que se celebraba ni con
motivo de qué era ese evento, el caso es que ella aceptó. Cierta mañana que
llegaba yo al colegio, casi siempre llegaba temprano, se acerca a mi Soto,
Sotonto, el bobo y quien sabe cuántos apodos más tenía y me dice con cara de
tragedia; Tigreros, mataron a Humberto. No le creí, pero a todo el que llegaba
al salón le decía lo mismo así que dudé de que no fuese real. Y nos contó lo
que había pasado hasta que apareció Don Hernando triste y nos confirmó a todos.
Soto lloró, yo estaba asombrado. Y al hacer la fila antes de entrar llega María
Teresa y al vernos suelta a llorar, había varios compañeros que la siguieron en
llanto. Fuimos a su entierro al cementerio. Enith creo que fue a su entierro,
no estoy seguro, pero si recuerdo que la vi llorando apartada de todos.
Humberto fue el primero del salón en irse, pero no el único del colegio. De los
primeros creo recordar a un Caloche que vivía en Providencia, parece que le
pasó una tractomula encima.
María Libia, fue profesora de
Inglés y Francés, era fea de cara, alta y culona, a decir verdad, era caderona.
Buena gente y hasta me compró algunas boletas de una rifa que tenía en aquel
grupo de primeros auxilios allá en el Recreo. Una vez me arriesgué a invitarla
a un bingo que se iba a hacer en esa discoteca diagonal al Cárdenas y para mi
sorpresa ella aceptó. La acompañé casi toda la noche porque iba sola. Y
hablando y hablando, bebiendo y bebiendo terminamos besándonos. ¡Wow! Un día me
coge y me lleva a la sala de profesores para decirme seria que la disculpara,
que eso nunca debió pasar, que no le dijera a nadie. Terminamos de beso
apasionado ahí en esa sala.
Flavio Arango, buen profesor,
aunque nunca entendí su materia y nunca entendí por qué un hombre calvo y feo
tenía a sus pies todo un colegio femenino como el San José de Avila. Nunca
entendía eso y era risible cuando corregía los exámenes de estos colegios ver
los mensajes tan atrevidos que le ponían; te amo, flavito, eres mi amor,
cuídate, pon donde quieras este beso. Solo faltaba que le enviaran los
calzones. Era muy amigo de Rivera, Palma, Prada, Guillermo y ese grupo, por eso
solo fueron los únicos del colegio que invitó a su boda. Rigo solía imitarlo
bien, llegaba, se paraba al frente del salón, se tocaba los bolsillos de la
camisa y decía el típico; Por favor nos sentamos.
Insignares, el costeño, tenía
hijos ahí en el colegio, buen profe y fue gracias a su amistad con mi papá que
pasé raspando una vez sin necesidad de habilitar.
Hernando Paredes, profesor de
filosofía quien me cayó mal por pillarme haciendo chancuco en un examen. Doble
1 me puso. Pero con el tiempo me lo encontré en el bosque haciendo natación
cuando yo iba los fines de semana a hacer natación y a partir de ahí nos
hicimos amigos. Chávez me decía que él se presentaba todos los años al ICFES
sacando buen puntaje siempre, pero nunca le interesó estudiar otra cosa.
Ricardo Cortés, pasó
desapercibido, aunque para mí fue una influencia grande, aprender a dibujar
dibujo técnico era algo asombroso, mágico el sacar perspectivas desde el punto
de fuga. Fue por su culpa mi amor a este tipo de dibujo, punto, líneas y cómo
poco a poco iba apareciendo un objeto, ya sean unas escaleras, un pasillo, etc.
Con uno, dos o tres puntos de fuga, eso era para mí otro universo, un mundo
lleno de magia. Por cierto, solía hacerles los dibujos a Guarín y Lola, hermano
menor del profe Ricardo, hasta el último año les hice los dibujos cobrándoles
poco, 20 pesos, aun así Guarín me quedó debiendo como 80 o 70 pesos de ese
entonces. JAMAS me los pagó.
Jorge Bravo, llegó a ser director
de grupo de décimo grado. Era buen profesor, tengo buenos recuerdos, solo que
lamento no haberme leído ni un libro de los que nos puso a leer en clase.
Algunos le llamaban Bollo negro o Centella, ya que usaba casco cuando viajaba
en moto. Según un rumor que circuló en el colegio era el padre no reconocido de
Harold Cadavid. Tenía su parecido razonable.
Téllez era el profe de Física,
una clase interesante para poner a prueba a gente que tenía problemas de sueño.
Era entrar a su clase y caer knock out de una. Nunca entendí sus clases, me
parecía aburridas, pesadas, por eso cuando llegaba su clase aproveché siempre
para escribir Por lo suyo. A decir verdad el primer quinto que hice casi lo
gano, debo reconocer la ayuda de Guarín y Lola quienes me ayudaron a obtener
una buena nota al final de curso, casi me queda en 5, pero no fue suficiente,
aunque gané física, química y algebra me quedaron pendientes 5 materias más y
perdí el año. Mejor así, ya que si pasaba haría un 11 muy mal hecho.
Deyanira, la profe de Inglés.
Empecé piropiándola, diciéndole que hermosa estaba hoy y charlando con ella en
el descanso. Pero fue en otro bingo, como sucedió con María Libia, que la cosa
se destapó. Ella arriba de la discoteca y yo en el grupo haciendo cosas, a
ratos subía para ver cómo estaba la profe, si se le ofrecía algo, quedándome
unos minutos con ella, hasta que en un ir y venir mío, casi rogándome, me
suplicó que no la dejara sola, que no bajara y me quedase con ella. Yo estaba
un poco tomado y le dije cuanto me gustaba. No dejó terminar mi cháchara y me
besó. Nos besamos. Y mi mano inquieta empezó a tantear terreno y profundidad. Y
al acabar el bingo en vez de quedarme con mis compañeros del grupo decidí irme
con Deya. Eran como las 4:30 am y cogimos por la 42, encontramos un sitio a la
entrada de una discoteca cerrada y allí pasó lo que tenía que pasar. No
teníamos dinero para pagar un motel, pero ahí empezó esa historia que duró unos
meses largos.
Nadie supo de ello hasta que le
conté a Alejandro Reyes quien me pidió detalles con pelos y señales, la verdad
era más con pelos que con señales. Pero muy a pesar de que le hice prometer que
nadie más sabría de esto, fue en el descanso que casi todo el colegio lo supo
en silencio. Ya me extrañaba que
compañeros del salón vinieran a mí a pedirme que les ayudara con Deyanira para
pasar la materia y yo lo hacía, hablaba con ella y muy a regañadientes
terminaba pasándolos, pero de un momento a otro empezaron a venir de otros
salones a pedirme y pagarme para que les ayudara. No faltó el chantajista, pero
hice bien en no ayudarlos y en negar las acusaciones de que ella y yo teníamos
algo. Era muy fea para mí, decía yo, como para fijarme en ella. Con el tiempo
la cosa se terminó y ella se fue con un profesor que era ayudante de Londoño,
el de Química, no recuerdo su nombre, pero le pusieron Care pendejo. Que tipos
para acertar con cada apodo y es que, si lo mirábamos con detalle, este profe
tenía cara de pendejo. Posteriormente, en ese mismo año, ella se fue con el
profe Julio César Tilano. Vaya perra, pero me gustaba mucho. ¡Si la capilla
hablara!, ¡si la terraza que había pasando por la capilla también hablara!, ¡si
ese salón en el tercer piso que tenía una cama hablara!, ¡si la antigua
biblioteca hablara!, mejor dicho ¡si el colegio hablara!
El profe Hugo, nos dio dibujo
técnico basado en unas cartillas de un profesor del Raffo y también nos dio
Física, le llamaban Vampiro o ¡Mira, hijo! Por la expresión que él tenía con
nosotros de; ¡Pero mira, hijo!
Don Artemo era el jardinero,
cuidaba parte del campo del colegio, aunque ciertamente tenía descuidado el
patio del colegio. Siempre se le veía trabajando, no estaba quieto. Pero el
patio del colegio lo tenía descuidado con la yerba muy crecida en algunas
partes. Alguna vez vendió mangas en el recreo. Debo reconocer que le gustaba su
trabajo y lo conocía muy bien. Creo recordar que decían que Lola fue hijo no reconocido
de Don Artemo.
Don Rafa o Carepuño, este fue un
apodo que estaba hecho justo para él. Era verlo y oír su sobrenombre y darse
cuenta del por qué le decían así. Tenía un defecto en el rostro, un lado de
este estaba como desfigurado, como corrido hacia un lado, como si le hubiesen
dado un puñetazo y el rostro se quedara así congelado en ese preciso momento.
El fue encargado de la portería. Delgado, de aspecto frágil, bajito y buena
persona. A veces durante el recreo se escuchaba alguien gritando a los lejos
Carepuño.
Don Hernando era el coordinador
hasta que terminé la secundaria. Un señor culto, educado y ya muy mayor, con
sus gafas verdes características y sus rabietas y coscorrones de los cuales nunca
llegué a probar, pero Banano (Juan Fernando Olave) sí que fue experto
recibiendo esas dosis. Su frase típica llegó a ser; ¡Un momentico, hágame el
favor! Cuando se enojaba. Solía ir de salón en salón nombrando a los que debían
mensualidad, era gracioso verlo llegar al salón y todos nosotros quejarse,
bromeando, diciéndole; No, don Hernando, ya pagué. Pero era solo para verlo
enojar. Explicaba que si nos nombraba no era porque debiéramos, sino porque el
banco se demoraba en enviarles los datos de los que debía, así que si nos
nombraba era para que lleváramos la libreta o talonario. Cierto día cuando él
explicaba esto se levanta Olave preocupado y nervioso para decirle; Don
Hernando, es que yo ya pagué. La risa no se pudo aguantar.
El padre Célimo, imponía respeto.
Contaditas veces lo vi reír. Siempre me pareció de una disciplina enorme verlo
todas las mañanas a las 7, o antes, caminar por todo el pasillo del segundo
piso leyendo la biblia. Nunca falló en ese ritual de ir y venir varias veces
con biblia en mano. Vestido siempre con sotana negra que algunos comparaban con
Darth Vader. De voz suave, pero cuando se imponía su voz era potente, inspiraba
demasiado respeto, quizás temor o miedo. Alguna vez, delante de la profesora
Margot Rizzo nos llamó malparidos y para que nos dijera así era porque habíamos
hecho algo muy malo. Las mujeres de la asociación de padres de familia, entre
ellas Soila (Que realmente no se llamaba así, pero su parecido con doña Soila,
del programa Mexicano Qué nos pasa, era realmente idéntico, hizo que yo le
pusiera ese apodo. Creo que era tía de Curi o Sanguino) solían lamberle mucho
al padre, claro, eran mujeres y de la alta alcurnia Palmirana. Célimo Gonzáles
Recio era de Buga, de las familias más pudientes de este sitio.
El padre Fabio, era muy joven y
en más de una ocasión jugó fútbol con nosotros. Nos quería mucho y nosotros a
él. Solía acompañar a los de final de
curso a las excursiones que hacían a San Andrés. También solía dormirse en misa
cuando era otro quien la daba. Se rumoraba que él y Célimo eran amantes, pero
en su momento no me creí eso. Hoy día pienso que fue probable que lo fuera. No
juzgo ni condeno eso, la verdad es que me parece que hacían buena pareja,
aunque un tanto diferentes. Fabio me ayudó a ganar el segundo décimo que hice,
ya que me rondaba en la cabeza el suicidio pare ese entonces. Nunca fui bueno
con los números, nunca fui buen estudiante. Gracias, Fabio.
Y cómo olvidar al viejo Juve
(Juvenal Alzate), qué personaje este padre. Se le conocía por su olor apestoso,
hasta aseguraban que debía ser papá de Guarín y no el indio Rómulo. Nos dio
filosofía y religión, gustaba de jugar basketball con los muchachos, sudando y
oliendo como nunca. Su frase típica cuando se le preguntaba por algo que hacía
quedar mal a la iglesia era; No, es que los medios de comunicación… tanto así
que muchos, cuando él nos preguntaba por algo respondíamos con un; no, es que
los medios de comunicación… Decía él que tenía muchas feligreses que vivían
enamoradas de él y que él, todo un caballero, les decía que era imposible, ya
que él era sacerdote y no podía tener nada con ninguna de ellas. Eso fue motivo
de risa porque sabíamos que era cuento. A él le debo que me subiera la nota de
3 a 6, pero ese año yo perdí hasta recreo.
Juan Rosas fue otro de mis profes
a los que recuerdo bien. No tuve quejas de él, era agradable, bajito y usaba
unas gafas grandes que lo hacían parecer una buseta. Edgar Londoño era otro que
tenía fans en el Bethlemitas. ¡Mucho suertudo el bobo este! Era un hombre
calmado, tranquilo, sereno, pero fui mal alumno en su clase. Tuve más
profesores de los que solo recuerdo a estos mencionados, no logro recordar a
cada profe año tras año. Se me escaparán más personas que hicieron mi vida en
ese tiempo, doña Ligia la de la tienda. Parecía una mafia porque estaba toda la
familia de ella en el colegio, su esposo Hugo no solo se encargaba de la tienda
sino de un bus al igual que uno de sus hijos. Los negritos de la limpieza del
cual fui amigo de uno de ellos y así podría extenderme hasta con los profesores
de música o las monjas que hubo en la primaria.
Mis compañeros; había de todo,
unos me caían bien y otro no tanto, alguno me caía mal o muy mal. Ya para
quinto de bachillerato (Décimo grado) me sentía que no encajaba en ese grupo,
hasta una especie de rechazo hacia mi llegué a sentir, por eso cuando repetí
curso sentí un gran alivio y aceptación por parte de mis nuevos compañeros. Yo,
en su momento le caí mal a Heinar (Al menos eso sentía yo), a Palma, a
Izquierdo, ni qué decir de Vargas. A mí siempre salían estafándome, no me
dejaban entrar a su grupo. Yo soñaba con ser aceptado, con gozar de la vida
como ellos y es que siento que esa etapa de mi vida no la gocé como quería ni
cómo debía. Les escuchaba contar que había ido a la finca de Palma, o que había
ido a tal rumba con tal pelada o que el fin de semana estuvieron en casa de
esta o la otra. Soñaba con tener esa vida, con salir sin importar el dinero,
con tener amigas que lo buscaran a uno y no esas mantecas que yo tenía. Si, en
mi barrio me llamaban el duro de las mantecas por haberme comido a casi todas.
Ellas sí que me buscaban a mí, pero lo que deseaba es que una mujer estudiada,
culta y que me aportara algo en mi vida se interesara por mí así como yo veía a
Manrique, Olave, Polanía, Izquierdo. A todos. No era envidia lo que sentía, era
malestar por no tener esa suerte, por no vestir como ellos lo hacían, con sus
buenas pintas, por poder invitar a sus novias a comer algo y yo ni siquiera
podía invitarme a mí mismo a una gaseosa a la tienda. Otros hablaban de sexo y
yo en ese momento el único polvo que tenía era con Manuela. Quería tener amigas
bonitas del Bethlemitas o del San José.
Mis únicos amigos fueron Vélez y
Chávez con los que pasé buenos ratos en cine o en la 31 andando, incluso cuando
ya no estaba en el mismo curso. Pero a pesar de ese rechazo que sentí en su
momento debo agradecer a Guarín por haberme ayudado a intentar ganar el quinto.
Creo que fue el único que me ayudó junto con Lola, porque los demás… les
importaba un pepino. Efectivamente gané química, cálculo y física, pero me
quedaron pendientes 5 materias más y perdí ese año. Ya lo dije antes, era el
bobo de la clase. Todos se reunían en clase de Flavio a hacer los ejercicios y
Palma se reía porque yo quedaba solo, nadie quería hacerse conmigo, ni siquiera
Chávez ni Vélez.
¿Vos vas a hacerlo solo? Y se
reían, intentaba hacerme en algún grupo, pero no me dejaban entrar. ¡Las lágrimas
que derramé durante los exámenes! Eso no era disfrutar de mi época escolar. ¿A
eso se referían cuando me decían que disfrutáramos de esa época que era la
mejor de la vida? Profes y egresados nos repetían una y otra vez de gozar es
vida, pero yo no lo hacía, ni amigos tenía, solo tenía stress, preocupación de
perder materias y en casa mi mamá con sus cantaletas debido a eso y mi papá
amenazando con ponerme a vender pescado en la Galería si perdía el año.
Neiver Armando Vargas nunca me
cayó bien, lo conozco desde que estudiaba en el Liceo Santa Teresita. Neiver
tenía una forma de ser muy desagradable con sus gustos musicales de los
abuelos, quizás eso era porque en su casa tenían una taberna y mesas de billar.
Era alto, gordo corpulento y una mentalidad quizás anómala. Le preguntó al
profesor Nelson Ospina si él podía matar a alguien en una pelea y este profe le
contestó que si, por ser en defensa propia, puso Neiver un ejemplo de que si
salía corriendo de una pelea y lo perseguían entonces podía matar al otro con
cualquier arma y Nelson le dijo que si podía hacerlo. Quizás por eso Neiver
intentó, en una pelea con Guarín, tirarlo del segundo piso, cosa que no pudo
porque varios compañeros, entre ellos Polanía, lo detuvieron. Me cayó muy mal
cuando, después de la muerte de Humberto, hacía comentarios desagradables sobre
él; que si le había dicho que de ese año no pasaba, que las tenía que pagar,
que él solito se había ido.
Una vez fue a mi casa al medio
día con su papá en la tricimoto por aquello de que mi papá estaba vendiendo esa
vieja moto, una Kawasaki 100. Le vieron, la probaron, hicieron negocio y
quedaron en que lo pensaría. Esa tarde Neiver me cogió de desahogo, empezó a
hacerme comentarios desagradables: que esa moto regalada era muy cara, que mi
papá no sabía de negocios, que mejor la vendiera por chatarra, así le sacaría
algo de dinero, que yo era un bobo, que le dijera a mi papá esto o lo otro.
Y se puso a contarle a todos lo
de la moto. Pero cuando le dije que eso no era problema mío él se enojó y temí
que me pegara, no por pegarme sino porque con esa mentalidad me hubiera matado
y sabiendo cómo eran las cosas en mi vida yo terminaría jodido y él saldría
victorioso. Neiver era un lunático, le gustaba molestar, pero que no se lo
hicieran. De verdad no me caía bien por eso, así que cuando se saltaba las
rejas para ir al baño en vez de dar esa vueltota, yo me alegré mucho cuando
resbaló y se ensartó ese chuzo a un lado de la rodilla, cuando lo vi creí que
se había atravesado la rodilla. Empezó a gritar mi pié mi pié y Edgar a su
espalda viéndolo no sabía qué hacer. Reaccionó tarde levantando su pierna y
dejándolo en el suelo adolorido. Se lo llevaron al hospital con esa herida
abierta. Me alegré, no pude evitarlo.
Cuando estaba yo estudiando en
Bogotá una vez me llama mi mamá a saludarme a ver cómo estaba y de paso me
contó que acababa de llegar del entierro de Vargas, se había matado limpiando
un arma, pero con el tiempo la versión cambió a que fue un suicidio. Se disparó
a si mismo. Casi parecido a como murió Humberto de quien se burlaba después de
muerto. Solía ver a Neiver en moto por las calles, estaba gordísimo, nunca lo
saludé ni quise entablar contacto con él.
Palma, le decíamos así aunque ese
era el apellido materno (Andrés Augusto López Palma) sus papás eran amigos de
mi papá. En su momento pasó a ser el más viejo del grupo, le decían niño Dios.
Harold lo dibujaba en caricatura, se hacía unas buenas caricaturas de todos,
recuerdo esa en la que salía Palma en el pesebre como el niño, María Libia como
la virgen y creo que hasta Jorge Bravo también. Palma solía burlarse de mí con
su risa odiosa, tenía dinero y se daba sus gustos. Eso quería hacer yo también,
pero nunca pude hacerlo. No puedo decir más, era amigo de Flavio y estuvo en su
boda junto con el grupo de la rosca. Le gustaban las corridas de toros, alguna
vez lo vi en el periódico junto con sus amigos.
Izquierdo, de verdad que, aunque
hoy día los veo en un grupo de whatsapp y me alegra verlos sin rencores ni nada,
no entiendo por qué ese rechazo hacia mí, quizás me lo pareciera, pero es lo
que siempre recordé de ese tiempo. Sus malas miradas hacia mí. Probablemente no
fuese su intención, pero me afectó y mucho. Guillermo Izquierdo era muy bueno
para las burlas y los apodos, le llamaban la bruja porque parecía una bruja. De
ese tiempo recuerdo que me encantaba su mamá.
Rivera, también llamado Dusty,
por la propaganda de un producto donde salía un peluquero llamado Dusty
Fleming, y como Javier era un tanto amanerado al caminar así le pusieron a él;
Dusty. Recuerdo a Omar su hermano y el carro verde que a veces me llevaba hasta
la 19 con 35. Es contradictorio porque aun creyendo que me rechazaban él en
muchas ocasiones me daba ese aventón.
Olave (Juan Fernando Olave) era
el bufón del salón, aunque estuviese serio su cara era graciosa. Siempre al
lado de Don Hernando nos causó mucha gracia. Banano fue su único apodo, quizás
por las pecas. No tengo nada malo que contar de él, cuando se disponía a
hacernos reír no le costaba mucho.
Rigo (Rigoberto Márquez) al que
llamaban Oso Panda y él siempre contestaba; su madre que se la comió Miranda.
Le gustaba la salsa al igual que a Carvajal (Dumbo), yo preferí otro tipo de
música que a nadie le gustaba en su momento; la electrónica que en su momento
llamé Techno. Mi papá fue amigo de muchos padres de mis compañeros y en el caso
de Rigo no había excepción. Aunque andaba en ese grupo nunca me sentí mal con
él, de hecho me felicitó por haberle pegado a Potes. La verdad es que muchos me
felicitaron por partirle el tabique esa tarde, un acto que me costó la
suspensión de 3 días de colegio. Alguna vez tuvimos una pequeña pelea no sé por
qué; no te quiero pegar, Márquez, le decía retrocediendo y era cierto. No le
quería pegar. No sé cómo se dio cuenta mi papá y me pegó semejante regaño por
haberle pegado al hijo de su amigo. Nunca supe cómo carajos se dio cuenta, ni
sé si Rigo le contó a su papá.
Guarín (Carlos Alberto Guarín
Aranzazu), también llamado Guatín, Guaro, el Indio, Guarín huele a orín (Por su
olor a sudor) fue a mi casa varias veces para enseñarle a hacer los dibujos de
los trabajos que nos ponía el profe Ricardo Cortés, hasta que se cansó de ir y
yo empecé a hacerle los dibujos cobrando 20 pesos. Me quedó debiendo 70 u 80
pesos, pero pensándolo bien creo que fue mucho más dinero. Se la pasaba jugando
fútbol en clase de deporte. Iba y venía de casa en su bicicleta negra que a
veces llevaba a Lola. Era tranquilo y no era de los indisciplinados, tenía un
lenguaje que intentaba ser juvenil, pero caía en el ridículo, ya que Guarín nos
llevaba 1 o 2 años en su momento y eso se notaba mucho. Al ser un hombre
calmado no era normal verlo en peleas, pero la tuvo. Después de clase de
deporte se agarró con Reyes (El Bobo) y se dieron duro, creí que ganaría
Guarín, pero Reyes, a pesar de sus movimientos lentos de Tae Kwon Do logró
defenderse y atacar bien arrinconándolo en los arbustos al lado de las rejas.
Fue una pelea que muchos vimos y de la que Guaro salió golpeado.
Reyes (John Jairo Reyes) también
llamado el Bobo, por su voz, su familia eran dueños de la lechera Andina, muy
conocida en su momento. Reyes era muy serio y hablaba mucho de respeto. Una vez
me lo encontré frente al Teatro Palmira y lo saludé haciendo sonidos de bobo a
lo cual no le cayó bien eso. En clase me amenazó con que la próxima vez no
respondería si me metía con él. No me gustó eso, tampoco era para tanto. Era
alto, mono, de ojos claros y fuerte, aunque lento al caminar. De un momento a
otro llegó dándoselas de que estaba practicando artes marciales y se las daba
mucho por eso. Yo también practiqué y hasta Prada lo hizo en el Cárdenas.
Aunque me demostró que algo sabía de Tae Kwon Do siempre lo vi lento y pensé
que no sería bueno en ello. Habían gente en el colegio a los que veía como
verdaderos duros para pelear, como lo era un primo muy lejano al que llamaban
Pacho o Pepe quien se avergonzaba de mí diciendo que no éramos primos ni nada.
No sé por qué fue el pleito, el caso es que sale Reyes a defendernos (Creo que
era por ocupar la cancha o algo así) y ambos cursos, el nuestro y el anterior
al nuestro, que se generó expectativa y apuestas por ver quien ganaba,
realmente era una pelea histórica ver quien ganaría. Yo apostaba por Pacho, se
notaba que ganaría fácil además estaba criado en la calle. Se generó un
silencio abrumador entre los dos cursos cuando estaban a un segundo de
agarrarse hasta que la cosa comenzó, Pacho lanza un golpe con todo el alma,
pero contrario a lo que imaginaba, Reyes se defendió bien, con movimientos muy
lentos, pero se defendió y logró conectar buenos golpes. La cosa creo que terminó
empatada. Dos monstruos del colegio peleando, eso fue épico.
Lola (Rodolfo Cortés) le llamamos
Lola porque tenía un hermano cursos delante nuestro al que llamaban Lola y
sinceramente quien le puso ese apodo debía ver Plaza Sésamo y ver esa escena de
Lola ha vuelto a mí, donde salía un monstruo enorme llamado Lola. Al comienzo,
cuando su hermano terminó el bachiller a nuestro compañero le decíamos Lolita,
pero con el tiempo pasó a ser Lola. Debido a su cara fea también le llamaban
ladrón, aunque dudo mucho que alguna vez robara. Era de familia con necesidades
y tenía muchos hermanos. Él también me quedó debiendo dinero por los dibujos
que su hermano, el profe Ricardo, le ponía a hacer como tarea.
Harold (Harold Cadavid) era muy
buen dibujante, sus caricaturas era perfectas. Nunca me hizo caricatura, pero
era de risa lo que hacía satirizando alguna escena sucedida en el salón; dibujó
a Bueno y Arroyo tomados de la mano en el tablero. Es que no había necesidad de
decir quiénes eran los del dibujo, se sabía a leguas que eran ellos. Bueno le
molestaba y borraba las manos cogidas. Nos hacía pasar buenos ratos el viejo
Harold de quien decían era el hijo secreto del profesor Jorge Bravo y es que
tenía un parecido razonable. Entre sus dibujos estaba el de Chávez con su bulto
grande frente a la profesora. Ese dibujo rodó por toda la clase y no era fácil
contener la risa en plena clase con esta profe.
Bueno (Carlos Mauricio Bueno) era
muy tranquilo, no se metía en problemas ni nada, buen estudiante y estuvo
conmigo desde que estábamos en el jardín infantil. Mis papás eran amigos de sus
papás. Me acuerdo de su mamá y me gustaba.
Arroyo (Jairo Andrés Arroyo) era
otro tranquilito a ratos, siempre apostábamos por ver quien tenía el vientre
más resistente a los golpes, él me daba con toda fuerza y yo también. Había
empate.
Tascón (Alvaro Tascón) llamado
bruja o narizón por su sobresaliente nariz, jugaba bien al futbol y no podía
hablar sin decir su madrazo. En su momento se me pareció mucho a Chayanne. No
tengo malos recuerdos de él, aunque tuvo su época en que me la montó.
Chávez (Diego Fernando Chávez)
fue mi único amigo, esa amistad duró mientras estuve en Colombia. Conocí a sus
papás, fui a su casa muchas veces, íbamos a cine y nos pasamos horas hablando
mierda. No sé si él me consideró su amigo, pero él para mi sí que lo fue,
aunque nunca me ayudó en los exámenes.
Vélez (César Augusto Vélez) fue
el último en morir hasta el momento, la mamá de Chávez me lo contó una vez que
fue a su casa en el 2007. El cáncer se lo llevó. Vivía en mi barrio y cuando
regresaba de Bogotá en vacaciones solíamos jugar basket hasta que se mudaron a
Cali. Aunque era tranquilo recuerdo la pelea con Cartagena (Marrajena) quien le
rayó el labio superior con un lápiz, eso le bastó para que no lo recibieran al
año siguiente.
Y así podrían mencionarlos a
todos, pero mejor dejo otra sesión para hablar de mis compañeros del segundo
quinto que hice y mi intento de suicidio. A pesar de lo mal que pude pasarlo
hasta ese momento, hoy día no les guardo rencor a nadie. Me alegra saber de
todos ellos aunque sean muy cansones en el grupo de whatsapp (Como si no
hubieran madurado) Reconozco que quise gozarla como ellos, disfrutar de la vida
como lo hicieron ellos sin trabas, ni obstáculos como los tuve yo, pero ya es
pasado. Si alguien me ofendió esa ya está perdonado hace mucho rato, me alegra
que estén bien, que hayan triunfado en la vida, no como en mi caso que ando sin
completar mis sueños, pero gozando de las cosas que hago y quise hacer.