martes, 18 de octubre de 2016

El Bachimberato



Me parecía mentira haber llegado a primero de bachillerato, estrenando hasta pantaloncillos y unos jeans que me quedaban muy grandes, era para que me durara unos años, decía mi mamá. Ya empezábamos a salir de esa época oscura, aunque aún quedarían unos años, de hecho creo que la cosa cambió para bien con el padre Célimo, pero eso lo contaré en su momento. Los tres primeros años la pasé siempre habilitando y a veces rehabilitando Matemáticas. ¡Cómo detestaba yo esa materia! Siempre los profesores de estas áreas eran arrogantes y lo tachaban a uno de bruto e ignorante. Hoy día les doy la razón ya que soy un negado para los números. Confieso que no sé dividir por 3 cifras. Pero también es cierto que estos profesores, a mi parecer, no sabían enseñar, no supieron cómo hacer para que uno se interesara por los números. Parra (Creo que era José Antonio Para) le decían pa rascarse el culo, vaya profe tan desagradable, arrogante y mala persona. No tenía pedagogía y si le echaba el ojo uno simplemente le hacía perder la materia. Trabajaba en el Cárdenas y de paso mi papá lo conocía, la verdad es que muchos del Cárdenas enseñaron en el Seminario; Quiceno, Insignares, María Teresa Culo, Enith Leal, Don Hernando era ese intermediario, ya que él trabajaba ahí y en el Seminario. Y muchos más que no recuerdo ahora. Parra tenía dos hijos estudiando en mi colegio, pero ellos no eran como el papá, eran buena gente. Conocí amigos de mi papá del Cárdenas y nunca me hablaron bien de él.
Recuerdo, no sé en qué curso, que Andrés Felipe Martínez solía dibujar un papagayo en la hoja de los exámenes que este profe nos hacía y nunca le dijo nada ni le llamó la atención a Martínez, pero cierta vez copié eso de hacer un dibujo y Para pensó que le estaba echando apodos a él, como si tuviera huevos para hacerlo, y en el examen que yo sacaba 5 me puso un cero por dizque irrespetarlo. En otra ocasión me quitó un libro, El hombre que calculaba, en el que traía al final unos ejercicios matemáticos. Mi papá me lo regaló a ver si así mejoraba en esa materia, pero al Parrita este le dio por quitármelo por no ser un libro de Matemáticas, le insistí mucho para que me lo devolviera, después de clase, y hasta me quería cobrar 500 pesos por el decomiso, eso era tan caro que por menos podía comprarlo de nuevo. Al final me lo devolvió. No tengo nada bueno qué contar de este tipejo, mis recuerdos con él no son buenos. Solía llevarse bien con los de siempre.
Nelson Ospina era abogado y nos dio Educación para la democracia e Historia. Era amigo de mi papá porque tenían sus oficinas separadas a solo unos metros de distancia. Alguna vez me sacó de clase. No me llevé mal con él, pero me parece que era muy hablador, muy cuentero y mentiroso, al menos ese recuerdo me queda de él. Quizás no fuese así, cómo no olvidar su voz.
Quiceno era amigo de mi papá y yo lo fui de Juan, el hijo que llevaba el mismo nombre. El profe tenía un colegio Cárdenas en el Bolo. Juan fue muy amigo mío en su momento. El profe nos daba Geografía y siempre se caracterizó por su enorme barriga. Nos acompañó varios años en el colegio. Juan era un tanto indisciplinado, cansón y tuvo su momento en que los profesores tenían quejas de él y a muchos les caían mal. Cómo no olvidar ese momento aterrador en que empezó a pelear con Cuácula en el salón y Carvajal dando la espalda, a esa ventana que el profe Ricardo Cortés le había hecho una persiana de madera que quedó mal colocada, no vio venir al profe estrellándose con él al girar sobre si contento porque le estaban pegando a Juan. Nunca nos esperamos que el profe agarrara a su hijo de una oreja para lanzarlo hacia el rincón donde estaba el tarro de la basura, sacarse la correa y empezar a darle mientras todos nosotros veíamos esa escena de terror pensando que nos iba a acoger a todos a darnos una paliza. No había ruido, solo se oía la correa acariciar el cuerpo de Juan y posteriormente el llanto de él. Qué gracioso sería ver nuestras caras en su momento. Y como siempre fueron buenos para los apodos al día siguiente él pasó a llamarse Correazo, por el fuete que le dieron.
María Teresa, era compañera de mi papá y en algún paseo de profes del Cárdenas la desconocí, porque borracha no era la mujer recatada que conocía del Seminario. Hasta me puso el culo desnudo en la cara en una piscina ese día que Lucho Herrera ganó el tour. Ella nos dio Religión y alguna materia más. Solía declamar poesía, cosa que nunca me gustó, ya que se metía tanto en su papel que me daba miedo, parecía enojarse cuando declamaba y si lo hacía en el salón a mí me entraba una vergüenza ajena que no quería repetir de nuevo. Alguna vez escuché el rumor de que Cadavid y Palma se la había comido, pero nunca lo creí. ¿La profe María Teresa en esas? Pero si es toda una señora. ¡Qué ingenuo fui, lo admito!
Edgar Avila, excelente, casi nunca estaba mientras practicábamos algún deporte, mejor dicho en clase, pero se dejó querer. Personalmente tengo buenos recuerdos de él, no le conocí nada malo. Supe que fue el último de esa generación que salió del colegio, de hecho terminó jubilándose ahí. El fue el sobreviviente de varios profes de educación física que hubo en su momento. En mis últimos dos años solía escaparme en las tardes al llegar la hora de deportes, era toda una aventura escaparse ya que había que atravesar unos 300 metros de carretera bajo el riesgo de que entrara el carro de Célimo o de alguien más y nos pillara. Una tarde casi nos pilla el padre Fabio y la adrenalina fue única en ese momento, nosotros 3 en el suelo, como en una película de guerra, inmóviles, su carro detenido como buscándonos, se devolvía y cambiábamos de posición. ¡Qué tiempos!
Enith Leal, ¿Cómo no olvidar sus tetas? Muchos la llamábamos a nuestro puesto pero era solo para tener de cerca esas enormes pechugas. Debía tener veinte tantos años, era hermosísima, según recuerdo y cuando Palma me enseñó eso de hacerse la paja yo inauguré mi primer pajazo pensando en ella. Tenía un compañero, Humberto Prada Rada, primo de Juan Carlos Prada. Humberto era el más viejo del salón, le llamaban el abuelo o papá Pitufo, él debía tener unos 17 o 18 años cuando nosotros estábamos en tercero o cuarto de bachillerato. Iba al colegio en una moto grande y a veces se llevaba a la profesora Enith en moto como todo un príncipe azul. No necesitaba oír rumores falsos o verdaderos para darme cuenta que ellos tenía algo. Supe que la había invitado a esa fiesta en el batallón, no recuerdo que se celebraba ni con motivo de qué era ese evento, el caso es que ella aceptó. Cierta mañana que llegaba yo al colegio, casi siempre llegaba temprano, se acerca a mi Soto, Sotonto, el bobo y quien sabe cuántos apodos más tenía y me dice con cara de tragedia; Tigreros, mataron a Humberto. No le creí, pero a todo el que llegaba al salón le decía lo mismo así que dudé de que no fuese real. Y nos contó lo que había pasado hasta que apareció Don Hernando triste y nos confirmó a todos. Soto lloró, yo estaba asombrado. Y al hacer la fila antes de entrar llega María Teresa y al vernos suelta a llorar, había varios compañeros que la siguieron en llanto. Fuimos a su entierro al cementerio. Enith creo que fue a su entierro, no estoy seguro, pero si recuerdo que la vi llorando apartada de todos. Humberto fue el primero del salón en irse, pero no el único del colegio. De los primeros creo recordar a un Caloche que vivía en Providencia, parece que le pasó una tractomula encima.
María Libia, fue profesora de Inglés y Francés, era fea de cara, alta y culona, a decir verdad, era caderona. Buena gente y hasta me compró algunas boletas de una rifa que tenía en aquel grupo de primeros auxilios allá en el Recreo. Una vez me arriesgué a invitarla a un bingo que se iba a hacer en esa discoteca diagonal al Cárdenas y para mi sorpresa ella aceptó. La acompañé casi toda la noche porque iba sola. Y hablando y hablando, bebiendo y bebiendo terminamos besándonos. ¡Wow! Un día me coge y me lleva a la sala de profesores para decirme seria que la disculpara, que eso nunca debió pasar, que no le dijera a nadie. Terminamos de beso apasionado ahí en esa sala.
Flavio Arango, buen profesor, aunque nunca entendí su materia y nunca entendí por qué un hombre calvo y feo tenía a sus pies todo un colegio femenino como el San José de Avila. Nunca entendía eso y era risible cuando corregía los exámenes de estos colegios ver los mensajes tan atrevidos que le ponían; te amo, flavito, eres mi amor, cuídate, pon donde quieras este beso. Solo faltaba que le enviaran los calzones. Era muy amigo de Rivera, Palma, Prada, Guillermo y ese grupo, por eso solo fueron los únicos del colegio que invitó a su boda. Rigo solía imitarlo bien, llegaba, se paraba al frente del salón, se tocaba los bolsillos de la camisa y decía el típico; Por favor nos sentamos.
Insignares, el costeño, tenía hijos ahí en el colegio, buen profe y fue gracias a su amistad con mi papá que pasé raspando una vez sin necesidad de habilitar.
Hernando Paredes, profesor de filosofía quien me cayó mal por pillarme haciendo chancuco en un examen. Doble 1 me puso. Pero con el tiempo me lo encontré en el bosque haciendo natación cuando yo iba los fines de semana a hacer natación y a partir de ahí nos hicimos amigos. Chávez me decía que él se presentaba todos los años al ICFES sacando buen puntaje siempre, pero nunca le interesó estudiar otra cosa.
Ricardo Cortés, pasó desapercibido, aunque para mí fue una influencia grande, aprender a dibujar dibujo técnico era algo asombroso, mágico el sacar perspectivas desde el punto de fuga. Fue por su culpa mi amor a este tipo de dibujo, punto, líneas y cómo poco a poco iba apareciendo un objeto, ya sean unas escaleras, un pasillo, etc. Con uno, dos o tres puntos de fuga, eso era para mí otro universo, un mundo lleno de magia. Por cierto, solía hacerles los dibujos a Guarín y Lola, hermano menor del profe Ricardo, hasta el último año les hice los dibujos cobrándoles poco, 20 pesos, aun así Guarín me quedó debiendo como 80 o 70 pesos de ese entonces. JAMAS me los pagó.
Jorge Bravo, llegó a ser director de grupo de décimo grado. Era buen profesor, tengo buenos recuerdos, solo que lamento no haberme leído ni un libro de los que nos puso a leer en clase. Algunos le llamaban Bollo negro o Centella, ya que usaba casco cuando viajaba en moto. Según un rumor que circuló en el colegio era el padre no reconocido de Harold Cadavid. Tenía su parecido razonable.
Téllez era el profe de Física, una clase interesante para poner a prueba a gente que tenía problemas de sueño. Era entrar a su clase y caer knock out de una. Nunca entendí sus clases, me parecía aburridas, pesadas, por eso cuando llegaba su clase aproveché siempre para escribir Por lo suyo. A decir verdad el primer quinto que hice casi lo gano, debo reconocer la ayuda de Guarín y Lola quienes me ayudaron a obtener una buena nota al final de curso, casi me queda en 5, pero no fue suficiente, aunque gané física, química y algebra me quedaron pendientes 5 materias más y perdí el año. Mejor así, ya que si pasaba haría un 11 muy mal hecho.
Deyanira, la profe de Inglés. Empecé piropiándola, diciéndole que hermosa estaba hoy y charlando con ella en el descanso. Pero fue en otro bingo, como sucedió con María Libia, que la cosa se destapó. Ella arriba de la discoteca y yo en el grupo haciendo cosas, a ratos subía para ver cómo estaba la profe, si se le ofrecía algo, quedándome unos minutos con ella, hasta que en un ir y venir mío, casi rogándome, me suplicó que no la dejara sola, que no bajara y me quedase con ella. Yo estaba un poco tomado y le dije cuanto me gustaba. No dejó terminar mi cháchara y me besó. Nos besamos. Y mi mano inquieta empezó a tantear terreno y profundidad. Y al acabar el bingo en vez de quedarme con mis compañeros del grupo decidí irme con Deya. Eran como las 4:30 am y cogimos por la 42, encontramos un sitio a la entrada de una discoteca cerrada y allí pasó lo que tenía que pasar. No teníamos dinero para pagar un motel, pero ahí empezó esa historia que duró unos meses largos.
Nadie supo de ello hasta que le conté a Alejandro Reyes quien me pidió detalles con pelos y señales, la verdad era más con pelos que con señales. Pero muy a pesar de que le hice prometer que nadie más sabría de esto, fue en el descanso que casi todo el colegio lo supo en silencio.  Ya me extrañaba que compañeros del salón vinieran a mí a pedirme que les ayudara con Deyanira para pasar la materia y yo lo hacía, hablaba con ella y muy a regañadientes terminaba pasándolos, pero de un momento a otro empezaron a venir de otros salones a pedirme y pagarme para que les ayudara. No faltó el chantajista, pero hice bien en no ayudarlos y en negar las acusaciones de que ella y yo teníamos algo. Era muy fea para mí, decía yo, como para fijarme en ella. Con el tiempo la cosa se terminó y ella se fue con un profesor que era ayudante de Londoño, el de Química, no recuerdo su nombre, pero le pusieron Care pendejo. Que tipos para acertar con cada apodo y es que, si lo mirábamos con detalle, este profe tenía cara de pendejo. Posteriormente, en ese mismo año, ella se fue con el profe Julio César Tilano. Vaya perra, pero me gustaba mucho. ¡Si la capilla hablara!, ¡si la terraza que había pasando por la capilla también hablara!, ¡si ese salón en el tercer piso que tenía una cama hablara!, ¡si la antigua biblioteca hablara!, mejor dicho ¡si el colegio hablara!
El profe Hugo, nos dio dibujo técnico basado en unas cartillas de un profesor del Raffo y también nos dio Física, le llamaban Vampiro o ¡Mira, hijo! Por la expresión que él tenía con nosotros de; ¡Pero mira, hijo!
Don Artemo era el jardinero, cuidaba parte del campo del colegio, aunque ciertamente tenía descuidado el patio del colegio. Siempre se le veía trabajando, no estaba quieto. Pero el patio del colegio lo tenía descuidado con la yerba muy crecida en algunas partes. Alguna vez vendió mangas en el recreo. Debo reconocer que le gustaba su trabajo y lo conocía muy bien. Creo recordar que decían que Lola fue hijo no reconocido de Don Artemo.
Don Rafa o Carepuño, este fue un apodo que estaba hecho justo para él. Era verlo y oír su sobrenombre y darse cuenta del por qué le decían así. Tenía un defecto en el rostro, un lado de este estaba como desfigurado, como corrido hacia un lado, como si le hubiesen dado un puñetazo y el rostro se quedara así congelado en ese preciso momento. El fue encargado de la portería. Delgado, de aspecto frágil, bajito y buena persona. A veces durante el recreo se escuchaba alguien gritando a los lejos Carepuño.
Don Hernando era el coordinador hasta que terminé la secundaria. Un señor culto, educado y ya muy mayor, con sus gafas verdes características y sus rabietas y coscorrones de los cuales nunca llegué a probar, pero Banano (Juan Fernando Olave) sí que fue experto recibiendo esas dosis. Su frase típica llegó a ser; ¡Un momentico, hágame el favor! Cuando se enojaba. Solía ir de salón en salón nombrando a los que debían mensualidad, era gracioso verlo llegar al salón y todos nosotros quejarse, bromeando, diciéndole; No, don Hernando, ya pagué. Pero era solo para verlo enojar. Explicaba que si nos nombraba no era porque debiéramos, sino porque el banco se demoraba en enviarles los datos de los que debía, así que si nos nombraba era para que lleváramos la libreta o talonario. Cierto día cuando él explicaba esto se levanta Olave preocupado y nervioso para decirle; Don Hernando, es que yo ya pagué. La risa no se pudo aguantar.
El padre Célimo, imponía respeto. Contaditas veces lo vi reír. Siempre me pareció de una disciplina enorme verlo todas las mañanas a las 7, o antes, caminar por todo el pasillo del segundo piso leyendo la biblia. Nunca falló en ese ritual de ir y venir varias veces con biblia en mano. Vestido siempre con sotana negra que algunos comparaban con Darth Vader. De voz suave, pero cuando se imponía su voz era potente, inspiraba demasiado respeto, quizás temor o miedo. Alguna vez, delante de la profesora Margot Rizzo nos llamó malparidos y para que nos dijera así era porque habíamos hecho algo muy malo. Las mujeres de la asociación de padres de familia, entre ellas Soila (Que realmente no se llamaba así, pero su parecido con doña Soila, del programa Mexicano Qué nos pasa, era realmente idéntico, hizo que yo le pusiera ese apodo. Creo que era tía de Curi o Sanguino) solían lamberle mucho al padre, claro, eran mujeres y de la alta alcurnia Palmirana. Célimo Gonzáles Recio era de Buga, de las familias más pudientes de este sitio.
El padre Fabio, era muy joven y en más de una ocasión jugó fútbol con nosotros. Nos quería mucho y nosotros a él.  Solía acompañar a los de final de curso a las excursiones que hacían a San Andrés. También solía dormirse en misa cuando era otro quien la daba. Se rumoraba que él y Célimo eran amantes, pero en su momento no me creí eso. Hoy día pienso que fue probable que lo fuera. No juzgo ni condeno eso, la verdad es que me parece que hacían buena pareja, aunque un tanto diferentes. Fabio me ayudó a ganar el segundo décimo que hice, ya que me rondaba en la cabeza el suicidio pare ese entonces. Nunca fui bueno con los números, nunca fui buen estudiante. Gracias, Fabio.
Y cómo olvidar al viejo Juve (Juvenal Alzate), qué personaje este padre. Se le conocía por su olor apestoso, hasta aseguraban que debía ser papá de Guarín y no el indio Rómulo. Nos dio filosofía y religión, gustaba de jugar basketball con los muchachos, sudando y oliendo como nunca. Su frase típica cuando se le preguntaba por algo que hacía quedar mal a la iglesia era; No, es que los medios de comunicación… tanto así que muchos, cuando él nos preguntaba por algo respondíamos con un; no, es que los medios de comunicación… Decía él que tenía muchas feligreses que vivían enamoradas de él y que él, todo un caballero, les decía que era imposible, ya que él era sacerdote y no podía tener nada con ninguna de ellas. Eso fue motivo de risa porque sabíamos que era cuento. A él le debo que me subiera la nota de 3 a 6, pero ese año yo perdí hasta recreo.
Juan Rosas fue otro de mis profes a los que recuerdo bien. No tuve quejas de él, era agradable, bajito y usaba unas gafas grandes que lo hacían parecer una buseta. Edgar Londoño era otro que tenía fans en el Bethlemitas. ¡Mucho suertudo el bobo este! Era un hombre calmado, tranquilo, sereno, pero fui mal alumno en su clase. Tuve más profesores de los que solo recuerdo a estos mencionados, no logro recordar a cada profe año tras año. Se me escaparán más personas que hicieron mi vida en ese tiempo, doña Ligia la de la tienda. Parecía una mafia porque estaba toda la familia de ella en el colegio, su esposo Hugo no solo se encargaba de la tienda sino de un bus al igual que uno de sus hijos. Los negritos de la limpieza del cual fui amigo de uno de ellos y así podría extenderme hasta con los profesores de música o las monjas que hubo en la primaria.

Mis compañeros; había de todo, unos me caían bien y otro no tanto, alguno me caía mal o muy mal. Ya para quinto de bachillerato (Décimo grado) me sentía que no encajaba en ese grupo, hasta una especie de rechazo hacia mi llegué a sentir, por eso cuando repetí curso sentí un gran alivio y aceptación por parte de mis nuevos compañeros. Yo, en su momento le caí mal a Heinar (Al menos eso sentía yo), a Palma, a Izquierdo, ni qué decir de Vargas. A mí siempre salían estafándome, no me dejaban entrar a su grupo. Yo soñaba con ser aceptado, con gozar de la vida como ellos y es que siento que esa etapa de mi vida no la gocé como quería ni cómo debía. Les escuchaba contar que había ido a la finca de Palma, o que había ido a tal rumba con tal pelada o que el fin de semana estuvieron en casa de esta o la otra. Soñaba con tener esa vida, con salir sin importar el dinero, con tener amigas que lo buscaran a uno y no esas mantecas que yo tenía. Si, en mi barrio me llamaban el duro de las mantecas por haberme comido a casi todas. Ellas sí que me buscaban a mí, pero lo que deseaba es que una mujer estudiada, culta y que me aportara algo en mi vida se interesara por mí así como yo veía a Manrique, Olave, Polanía, Izquierdo. A todos. No era envidia lo que sentía, era malestar por no tener esa suerte, por no vestir como ellos lo hacían, con sus buenas pintas, por poder invitar a sus novias a comer algo y yo ni siquiera podía invitarme a mí mismo a una gaseosa a la tienda. Otros hablaban de sexo y yo en ese momento el único polvo que tenía era con Manuela. Quería tener amigas bonitas del Bethlemitas o del San José.
Mis únicos amigos fueron Vélez y Chávez con los que pasé buenos ratos en cine o en la 31 andando, incluso cuando ya no estaba en el mismo curso. Pero a pesar de ese rechazo que sentí en su momento debo agradecer a Guarín por haberme ayudado a intentar ganar el quinto. Creo que fue el único que me ayudó junto con Lola, porque los demás… les importaba un pepino. Efectivamente gané química, cálculo y física, pero me quedaron pendientes 5 materias más y perdí ese año. Ya lo dije antes, era el bobo de la clase. Todos se reunían en clase de Flavio a hacer los ejercicios y Palma se reía porque yo quedaba solo, nadie quería hacerse conmigo, ni siquiera Chávez ni Vélez.
¿Vos vas a hacerlo solo? Y se reían, intentaba hacerme en algún grupo, pero no me dejaban entrar. ¡Las lágrimas que derramé durante los exámenes! Eso no era disfrutar de mi época escolar. ¿A eso se referían cuando me decían que disfrutáramos de esa época que era la mejor de la vida? Profes y egresados nos repetían una y otra vez de gozar es vida, pero yo no lo hacía, ni amigos tenía, solo tenía stress, preocupación de perder materias y en casa mi mamá con sus cantaletas debido a eso y mi papá amenazando con ponerme a vender pescado en la Galería si perdía el año.

Neiver Armando Vargas nunca me cayó bien, lo conozco desde que estudiaba en el Liceo Santa Teresita. Neiver tenía una forma de ser muy desagradable con sus gustos musicales de los abuelos, quizás eso era porque en su casa tenían una taberna y mesas de billar. Era alto, gordo corpulento y una mentalidad quizás anómala. Le preguntó al profesor Nelson Ospina si él podía matar a alguien en una pelea y este profe le contestó que si, por ser en defensa propia, puso Neiver un ejemplo de que si salía corriendo de una pelea y lo perseguían entonces podía matar al otro con cualquier arma y Nelson le dijo que si podía hacerlo. Quizás por eso Neiver intentó, en una pelea con Guarín, tirarlo del segundo piso, cosa que no pudo porque varios compañeros, entre ellos Polanía, lo detuvieron. Me cayó muy mal cuando, después de la muerte de Humberto, hacía comentarios desagradables sobre él; que si le había dicho que de ese año no pasaba, que las tenía que pagar, que él solito se había ido.
Una vez fue a mi casa al medio día con su papá en la tricimoto por aquello de que mi papá estaba vendiendo esa vieja moto, una Kawasaki 100. Le vieron, la probaron, hicieron negocio y quedaron en que lo pensaría. Esa tarde Neiver me cogió de desahogo, empezó a hacerme comentarios desagradables: que esa moto regalada era muy cara, que mi papá no sabía de negocios, que mejor la vendiera por chatarra, así le sacaría algo de dinero, que yo era un bobo, que le dijera a mi papá esto o lo otro.
Y se puso a contarle a todos lo de la moto. Pero cuando le dije que eso no era problema mío él se enojó y temí que me pegara, no por pegarme sino porque con esa mentalidad me hubiera matado y sabiendo cómo eran las cosas en mi vida yo terminaría jodido y él saldría victorioso. Neiver era un lunático, le gustaba molestar, pero que no se lo hicieran. De verdad no me caía bien por eso, así que cuando se saltaba las rejas para ir al baño en vez de dar esa vueltota, yo me alegré mucho cuando resbaló y se ensartó ese chuzo a un lado de la rodilla, cuando lo vi creí que se había atravesado la rodilla. Empezó a gritar mi pié mi pié y Edgar a su espalda viéndolo no sabía qué hacer. Reaccionó tarde levantando su pierna y dejándolo en el suelo adolorido. Se lo llevaron al hospital con esa herida abierta. Me alegré, no pude evitarlo.
Cuando estaba yo estudiando en Bogotá una vez me llama mi mamá a saludarme a ver cómo estaba y de paso me contó que acababa de llegar del entierro de Vargas, se había matado limpiando un arma, pero con el tiempo la versión cambió a que fue un suicidio. Se disparó a si mismo. Casi parecido a como murió Humberto de quien se burlaba después de muerto. Solía ver a Neiver en moto por las calles, estaba gordísimo, nunca lo saludé ni quise entablar contacto con él.
Palma, le decíamos así aunque ese era el apellido materno (Andrés Augusto López Palma) sus papás eran amigos de mi papá. En su momento pasó a ser el más viejo del grupo, le decían niño Dios. Harold lo dibujaba en caricatura, se hacía unas buenas caricaturas de todos, recuerdo esa en la que salía Palma en el pesebre como el niño, María Libia como la virgen y creo que hasta Jorge Bravo también. Palma solía burlarse de mí con su risa odiosa, tenía dinero y se daba sus gustos. Eso quería hacer yo también, pero nunca pude hacerlo. No puedo decir más, era amigo de Flavio y estuvo en su boda junto con el grupo de la rosca. Le gustaban las corridas de toros, alguna vez lo vi en el periódico junto con sus amigos.
Izquierdo, de verdad que, aunque hoy día los veo en un grupo de whatsapp y me alegra verlos sin rencores ni nada, no entiendo por qué ese rechazo hacia mí, quizás me lo pareciera, pero es lo que siempre recordé de ese tiempo. Sus malas miradas hacia mí. Probablemente no fuese su intención, pero me afectó y mucho. Guillermo Izquierdo era muy bueno para las burlas y los apodos, le llamaban la bruja porque parecía una bruja. De ese tiempo recuerdo que me encantaba su mamá.
Rivera, también llamado Dusty, por la propaganda de un producto donde salía un peluquero llamado Dusty Fleming, y como Javier era un tanto amanerado al caminar así le pusieron a él; Dusty. Recuerdo a Omar su hermano y el carro verde que a veces me llevaba hasta la 19 con 35. Es contradictorio porque aun creyendo que me rechazaban él en muchas ocasiones me daba ese aventón.
Olave (Juan Fernando Olave) era el bufón del salón, aunque estuviese serio su cara era graciosa. Siempre al lado de Don Hernando nos causó mucha gracia. Banano fue su único apodo, quizás por las pecas. No tengo nada malo que contar de él, cuando se disponía a hacernos reír no le costaba mucho.
Rigo (Rigoberto Márquez) al que llamaban Oso Panda y él siempre contestaba; su madre que se la comió Miranda. Le gustaba la salsa al igual que a Carvajal (Dumbo), yo preferí otro tipo de música que a nadie le gustaba en su momento; la electrónica que en su momento llamé Techno. Mi papá fue amigo de muchos padres de mis compañeros y en el caso de Rigo no había excepción. Aunque andaba en ese grupo nunca me sentí mal con él, de hecho me felicitó por haberle pegado a Potes. La verdad es que muchos me felicitaron por partirle el tabique esa tarde, un acto que me costó la suspensión de 3 días de colegio. Alguna vez tuvimos una pequeña pelea no sé por qué; no te quiero pegar, Márquez, le decía retrocediendo y era cierto. No le quería pegar. No sé cómo se dio cuenta mi papá y me pegó semejante regaño por haberle pegado al hijo de su amigo. Nunca supe cómo carajos se dio cuenta, ni sé si Rigo le contó a su papá.
Guarín (Carlos Alberto Guarín Aranzazu), también llamado Guatín, Guaro, el Indio, Guarín huele a orín (Por su olor a sudor) fue a mi casa varias veces para enseñarle a hacer los dibujos de los trabajos que nos ponía el profe Ricardo Cortés, hasta que se cansó de ir y yo empecé a hacerle los dibujos cobrando 20 pesos. Me quedó debiendo 70 u 80 pesos, pero pensándolo bien creo que fue mucho más dinero. Se la pasaba jugando fútbol en clase de deporte. Iba y venía de casa en su bicicleta negra que a veces llevaba a Lola. Era tranquilo y no era de los indisciplinados, tenía un lenguaje que intentaba ser juvenil, pero caía en el ridículo, ya que Guarín nos llevaba 1 o 2 años en su momento y eso se notaba mucho. Al ser un hombre calmado no era normal verlo en peleas, pero la tuvo. Después de clase de deporte se agarró con Reyes (El Bobo) y se dieron duro, creí que ganaría Guarín, pero Reyes, a pesar de sus movimientos lentos de Tae Kwon Do logró defenderse y atacar bien arrinconándolo en los arbustos al lado de las rejas. Fue una pelea que muchos vimos y de la que Guaro salió golpeado.
Reyes (John Jairo Reyes) también llamado el Bobo, por su voz, su familia eran dueños de la lechera Andina, muy conocida en su momento. Reyes era muy serio y hablaba mucho de respeto. Una vez me lo encontré frente al Teatro Palmira y lo saludé haciendo sonidos de bobo a lo cual no le cayó bien eso. En clase me amenazó con que la próxima vez no respondería si me metía con él. No me gustó eso, tampoco era para tanto. Era alto, mono, de ojos claros y fuerte, aunque lento al caminar. De un momento a otro llegó dándoselas de que estaba practicando artes marciales y se las daba mucho por eso. Yo también practiqué y hasta Prada lo hizo en el Cárdenas. Aunque me demostró que algo sabía de Tae Kwon Do siempre lo vi lento y pensé que no sería bueno en ello. Habían gente en el colegio a los que veía como verdaderos duros para pelear, como lo era un primo muy lejano al que llamaban Pacho o Pepe quien se avergonzaba de mí diciendo que no éramos primos ni nada. No sé por qué fue el pleito, el caso es que sale Reyes a defendernos (Creo que era por ocupar la cancha o algo así) y ambos cursos, el nuestro y el anterior al nuestro, que se generó expectativa y apuestas por ver quien ganaba, realmente era una pelea histórica ver quien ganaría. Yo apostaba por Pacho, se notaba que ganaría fácil además estaba criado en la calle. Se generó un silencio abrumador entre los dos cursos cuando estaban a un segundo de agarrarse hasta que la cosa comenzó, Pacho lanza un golpe con todo el alma, pero contrario a lo que imaginaba, Reyes se defendió bien, con movimientos muy lentos, pero se defendió y logró conectar buenos golpes. La cosa creo que terminó empatada. Dos monstruos del colegio peleando, eso fue épico.
Lola (Rodolfo Cortés) le llamamos Lola porque tenía un hermano cursos delante nuestro al que llamaban Lola y sinceramente quien le puso ese apodo debía ver Plaza Sésamo y ver esa escena de Lola ha vuelto a mí, donde salía un monstruo enorme llamado Lola. Al comienzo, cuando su hermano terminó el bachiller a nuestro compañero le decíamos Lolita, pero con el tiempo pasó a ser Lola. Debido a su cara fea también le llamaban ladrón, aunque dudo mucho que alguna vez robara. Era de familia con necesidades y tenía muchos hermanos. Él también me quedó debiendo dinero por los dibujos que su hermano, el profe Ricardo, le ponía a hacer como tarea.
Harold (Harold Cadavid) era muy buen dibujante, sus caricaturas era perfectas. Nunca me hizo caricatura, pero era de risa lo que hacía satirizando alguna escena sucedida en el salón; dibujó a Bueno y Arroyo tomados de la mano en el tablero. Es que no había necesidad de decir quiénes eran los del dibujo, se sabía a leguas que eran ellos. Bueno le molestaba y borraba las manos cogidas. Nos hacía pasar buenos ratos el viejo Harold de quien decían era el hijo secreto del profesor Jorge Bravo y es que tenía un parecido razonable. Entre sus dibujos estaba el de Chávez con su bulto grande frente a la profesora. Ese dibujo rodó por toda la clase y no era fácil contener la risa en plena clase con esta profe.
Bueno (Carlos Mauricio Bueno) era muy tranquilo, no se metía en problemas ni nada, buen estudiante y estuvo conmigo desde que estábamos en el jardín infantil. Mis papás eran amigos de sus papás. Me acuerdo de su mamá y me gustaba.
Arroyo (Jairo Andrés Arroyo) era otro tranquilito a ratos, siempre apostábamos por ver quien tenía el vientre más resistente a los golpes, él me daba con toda fuerza y yo también. Había empate.
Tascón (Alvaro Tascón) llamado bruja o narizón por su sobresaliente nariz, jugaba bien al futbol y no podía hablar sin decir su madrazo. En su momento se me pareció mucho a Chayanne. No tengo malos recuerdos de él, aunque tuvo su época en que me  la montó.
Chávez (Diego Fernando Chávez) fue mi único amigo, esa amistad duró mientras estuve en Colombia. Conocí a sus papás, fui a su casa muchas veces, íbamos a cine y nos pasamos horas hablando mierda. No sé si él me consideró su amigo, pero él para mi sí que lo fue, aunque nunca me ayudó en los exámenes.
Vélez (César Augusto Vélez) fue el último en morir hasta el momento, la mamá de Chávez me lo contó una vez que fue a su casa en el 2007. El cáncer se lo llevó. Vivía en mi barrio y cuando regresaba de Bogotá en vacaciones solíamos jugar basket hasta que se mudaron a Cali. Aunque era tranquilo recuerdo la pelea con Cartagena (Marrajena) quien le rayó el labio superior con un lápiz, eso le bastó para que no lo recibieran al año siguiente.

Y así podrían mencionarlos a todos, pero mejor dejo otra sesión para hablar de mis compañeros del segundo quinto que hice y mi intento de suicidio. A pesar de lo mal que pude pasarlo hasta ese momento, hoy día no les guardo rencor a nadie. Me alegra saber de todos ellos aunque sean muy cansones en el grupo de whatsapp (Como si no hubieran madurado) Reconozco que quise gozarla como ellos, disfrutar de la vida como lo hicieron ellos sin trabas, ni obstáculos como los tuve yo, pero ya es pasado. Si alguien me ofendió esa ya está perdonado hace mucho rato, me alegra que estén bien, que hayan triunfado en la vida, no como en mi caso que ando sin completar mis sueños, pero gozando de las cosas que hago y quise hacer.