jueves, 12 de enero de 2017

LA TADEO.

Una vez más mi mamá, preocupada por mí, me obligó a buscar una universidad para mi futuro, así que fuimos a varias esa tarde en taxi, entre ellas fuimos a la Javeriana y por último a la Tadeo, la cual tenía fama de ser vagos. Le llamaban a esta universidad la Paseo lochando (Lochando viene de locha que quiere decir pereza) Yo no quería ir a la U, pero fue ella quien me obligó mientras aún estaba en la academia de Ronald, decía que esa actuación no me iba a dar nada en la vida y que eso no aportaba nada a mi futuro.
Al final me presenté a la Tadeo y averigüé que había cupo para 35 y nos habíamos presentado con 30. Ya estaba segura mi entrada ahí. Artes plásticas era lo que quería estudiar cuando salí del colegio. Mi sueño se hacía realidad. Al ver la lista de aceptados vi que ya estaba adentro. ¡Genial! Por fin podría dedicarme a la pintura, pensaba yo.

Después del colegio fue la época más especial que tuve en mi vida de estudiante, me marcó siempre la educación universitaria, mis compañeros y algunos profesores. Estaba viviendo un sueño, mi vida era más clara que en la academia. El inconveniente radicaba en la cantidad de materiales que necesitaba para trabajar en la facultad y eso sumaba mucho dinero. Cuando le dije a mi papá se fue de espalda, recuerdo algo así como que la cámara fotográfíca costaba 300 mil pesos y ese semestre me había costado como 250 mil. ¿Más cara la cámara que el semestre? Nos preguntábamos muchos.

Quizás tengo un problema enorme (Actualmente lo superé hace mucho tiempo, si es que había algo que superar) y era el anhelo, la obsesión con triunfar materialmente. Yo quería tener facilidades para divertirme, para salir con amigos, sentirme querido, tener amigas bonitas, pero siempre eran feas. A lo mejor tenía un complejo de inferioridad, puede ser, pero admiraba a muchos verlos como salían a sitios a pasar unos días y cómo hacían lo que les daba la real gana sin que nadie les jodiera la vida como en mi caso. Quería independizarme de mi familia, pero eso estaba difícil.

Al iniciar primer semestre éramos novatos con muchas ansias de sobresalir en el arte o de, simplemente, hacer arte. Nunca fui buen estudiante, siempre lo dije, siempre lo acepté. Por eso en los primeros semestres perdí materias que tuve que repetir hasta que en quinto semestre tuve que repetir ese semestre.
Pero aprendí mucho, aprendí que ser buen pintor no era el que pintaba tan real como una fotografía sino el que demostraba con el color y la mancha que sabía pintar. El buen dibujante demostraba con la línea que sabía dibujar y no como creía yo, que era quien dibujaba de forma realista. Conocí otras formas de expresión artística; la instalación, el performance y formas de hacer arte que no tienen catalogación. Artista era pensar como tal y crear en la materia (Hacer obra) y si solo creaba y no pensaba era un artista incompleto o mejor aún, no era artista. Aprendí a usar el espacio con el vacío o con materia. A usar el espacio cotidiano y crear con él. Fueron unos años en lo que todo lo vi con arte; las calles, la basura, la arquitectura de las formas. No fui buen estudiante, pero aprendí mucho.

Fue durante mi paso por la U que pude hacer realidad un sueño que tarde o temprano estallaría, me refiero al hacer video, poder ver mi nombre en un video. Uno más del montón me costó mucho dinero; 180 mil pesos de ese momento. No salió como quería porque no tenía para pagar actores y porque tuve el inconveniente de no tener video cámara. Hoy día vuelvo a ver este video, el primero que hice, y me parece una real mierda, aunque fue mi inicio como realizador. En la facultad gustó mucho a los profesores y yo tuve gran orgullo a ese primer trabajo. Lo que más gustó fue la mezcla que hice entre ilustraciones propias (Papel acuarela con ecolín) e imágenes reales en movimiento.

Tenía fama de ser bueno en video, pero tuve miles de dificultades para hacerlos, tuve que conformarme con hacer video arte donde no necesitaba actores. Aunque pedí ayuda a antiguos compañeros de la academia si no pagaba nadie se movía, aunque no fuesen actores muchos me cobraban como si fueran luminarias y eso me irritaba. Pero continué con ello a la vez que con Italo, intenté meterme a la televisión como actor o detrás de cámara, pero mis contactos no eran buenos, aunque estuvieran dentro. Algunas cosas pude hacer como el caso de Crónicas de una generación trágica en la que me usaron para hacer toda la ambientación de las escenas grabadas en Bogotá. Recuerdo que Víctor me decía cosas como
-Estamos en la Nueva Granada, siglo 17 y esta es la habitación de este personaje, ¿Cómo usarías este espacio?- me preguntaba y yo le respondía, pero todas mis respuestas eran erradas, siempre decía que no a todo porque una u otra razón. Hasta esa vez en el teatro viejo que decía era la bodega de esa programadora casi me regañó porque mi idea de ambientar ese sitio tapando los grafitis de las paredes no le gustó. Pero mi sorpresa fue mayor cuando vi la serie; todo lo que yo dije lo hizo Víctor a pesar de haberme dicho que estaba mal. Lo que realmente me dio ira fue el hecho de que nunca me pagaron.

Para ese momento yo vivía cerca de la U, a unas cuadras y podía irme a pie y regresar en cualquier hueco libre. Los Viernes siempre me tocó la materia electiva que fue video, con José Alejandro Restrepo con quien conocí al video arte. Tuvimos algunos encontrones porque él trabajaba con la improvisación y yo con el guión. A veces me llevaba tiempo para preparar un video y venía él y ese guión quedaba inservible porque él tenía su forma de trabajar. Perdía tiempo preparando los videos para su clase.

Recuerdo que antes de video fue con Iván, creo que así se llamaba, el profe de fotografía. ¡Cómo gasté dinero en carretes y papel fotográfico! Compraba 10 carretes rebobinados a blanco y negro de 36 fotos cada uno y al final me salían bien 10 fotos. ¡Quién lo diría que hoy día sería muchísimo más fácil! Y fue con Jorge Rodríguez que estuve a punto de perder mi cupo en la U. repetía fotografía y con Jorge casi pierdo de nuevo lo cual me acarrearía mi expulsión de la facultad. La verdad es que ya me veía fuera y conversé con Eduardo Angulo, el secretario académico, y le lloré de verdad. Gracias a Dios y a él solo quedó en un susto. Un milagro me salvo mi carrera. Las notas de 5 que saqué con Jorge fue porque Paco, el decano, intercedió por mí y a su vez Eduardo intercedió para que Paco me ayudase. Se lo agradecía toda la vida, incluso cuando me lo encontré en el 2007 en el Centro Comercial Panamá de Bogotá, al lado del final del transmilenio.
Paco era el decano, un hombre delgado, pasivo, de barba y cara de saber mucho. Su esposa fue después la decana de la facultad de artes.

Elisabeth era la secretaria, buena gente con su característico caminar y lesbiana. No tengo nada con los homosexuales, pero esa historia me la contaron de forma graciosa; cierta vez llovió mucho y algún estudiante llamó a la puerta de la secretaría, pero nadie abrió, así que subieron al taller de al lado hasta que pasará la tormenta. La puerta de la secretaría se abrió minutos después de la tempestad saliendo ella y una compañera. ¿Por qué no abrió la puerta antes? ¿Qué hacían las dos encerradas? Conclusión; lesbiana, cosa que después me lo comprobó alguien, aunque me daba igual su inclinación sexual, de hecho tenía compañeros así y no pasaba nada.

Carlos era el encargado de los talleres, una especie de monitor, nos solía llamar Mi artista, era agradable, buena gente, con su voz característica. Me lo encontré años después en el Colegio La Presentación Luna Park cuando iba a llevar a su hija.

Me llevé bien con casi todos los profesores aunque había unos que mejor era seguir como profe y estudiante.

Pachón me caía muy mal, me hizo quedar mal en plena clase al verme mi trabajo.
-Es que uno cree que faltar a clase no afecta… y si afecta- Me dijo en todo fuerte.
Faltó poco para llorar. Era cierto que faltaba mucho a su clase. Era joven, quería vivir la vida. Irresponsable también fui. Me caía mal, muy mal, pero algo cambió que ese odio se convirtió en admiración. Nos pidió llevar de tarea, una pintura que representara cualquier cosa. Tenía que ser abstracta. La hice y en clase quedé impactado por su certeza. Yo solía dibujar, en ese entonces, una silueta de un hombre con abrigo y un palo – arma en su izquierda. Cuando él la vió en la pared empezó a describirme cómo era yo, lo que pensaba, lo que sentía. ¡Dios mío, ese tipo era un brujo!, ¿Cómo lo hacía? No sabía que era yo el autor de ese mamarracho, pero me describió tal y como era en su momento. Tiempo después le cuestioné sobre eso y respondió que cada uno de nosotros dejamos algo nuestro en la obra. Pero nunca entendía como se veía aquello.

Manuel Santana fue otro quien me dijo cosas de mí viendo un video, me habló de mi soledad, de ese sentimiento que tenía a ratos. Manuel también me dijo que con la obra se sabe cómo es el artista. Eso no lo sabía. Mi vida cambió con su respuesta.
Con Manuel hice el video registro Calle intervenida el cual fue un proyecto de intervenir esa calle con arte. ¿Cómo podíamos usar los espacios cotidianos para hacer arte? Y el resultado fue increíble, la gente quería seguir viviendo en la cotidianidad, se molestaba que interviniéramos el espacio con arte.

Mario Opazo fue otro de mis profesores, Chileno, nos recalcaba siempre el uso del espacio. Fue novio de Giselle Laignelet quien murió de Cáncer, creo que fue. No me lo esperaba.

Víctor Laignelet nos aburrió con su Gran vidrio de Duchamp, entramos en los mínimos detalles de esta obra y la verdad es que a mí y a casi todos en clase no nos importaba eso. Un poco más de un mes con ese bendito vidrio que si lo tuviera frente a mí lo rompería. No solo era esa clase sino lo duro que nos daba en los exámenes, nunca subí de 3.5
Fue con él que nos puso hacer una obra que tuviese sonido y que la imagen u obra en sí, tuviera que ver mucho con el tema musical. Fue mi oportunidad de llevar un video clip. Hice Round and round basado en un tema de New Order. Al finalizar el video se miraron los profesores y sus comentarios creo que no quisieron halagarme, pero mis compañeros me decían lo bien que había quedado, que incluso parecía un tema del mismo grupo.

Rosenell Baud era especial, una mujer mayor tranquila y conocedora del tema. Era de Suiza, pero le decíamos la Francesa, por el idioma. Con ella vi grabado, una técnica que me gustó mucho, aunque costosa y difícil sino se tenía las herramientas para hacerlo. Estuve en su casa no recuerdo haciendo qué.
Para aquel tiempo sufría de depresiones que me duraban unos días, no sabía por qué me sentía así ni el motivo, simplemente me daba y así se iba. Pero la última que tuve fue la peor, pasaron 3 días y no se me quitaba, pasaron semanas y seguía ahí. Me sentía solo, que a nadie le importaba, ni siquiera a Dios. Lloraba sin razón aparente. Complete como 2 meses en ese estado, vagando por los rincones de la universidad intentando encontrar a alguien que me diera un abrazo, que me escuchara. Estaba perdido. Cualquier persona que veía sola me le acercaba con la esperanza de que me oyera, no importaba dónde fuera, en la calle o en la U. pero nunca lo logré. ¿Qué me pasaba? No tenía ni idea. Estaba hundido, tenía una tristeza encarnizada en mi alma. Recuerdo esa vez que en vez de entrar a clase con Rosenell me quedé ahí llorando en la cancha de basket, al lado de la facultad. Ella me vio a lo lejos, desde arriba del taller y dijo algo, molesta por no haber entrado a clase. 3 días podía llevar esa depre, pero pasar del mes era un infierno, así que decidí poner fin a esta vida. En casa me bebí medio frasco de límpido y así me fui a clase. No vomité, no convulsioné ni nada. Solo fue el sabor amargo que tuve que aguantar en mi boca toda la tarde. Esperé y seguía viviendo. Al terminar clase salí a la calle a vagar sin rumbo fijo, caminé horas buscando la muerte que nunca vino. Y cansado terminé entrando a esa iglesia diagonal al edificio de Avianca sobre la séptima, frente al parque Santander del museo del oro.
Fue sentarme en la banca y empecé a llorar como jamás había llorado en esta cochina vida. Había buscado un amigo para hablar y no lo encontré, había buscado un hombro para llorar y no lo hallé, quería salir de esa depresión y no pude, pero al sentarme ahí solo en esa banca cada lágrima que derramé fue como si un peso me quitara de encima. No había nadie a mi lado, pero fue como si en esa banca tuviera a mi mejor amigo preocupado por mí, dándome ánimo, escuchándome, como si me hubiera dado un abrazo. ¿Qué me pasó ahí en esa iglesia? Ni idea, o si… bueno, no soy muy asiduo a las iglesias, pero sé quién me curo esa tarde de esa puta depre que solía darme. Hasta hoy día no volví a tener depresiones, he estado bajo de ánimo, pero depres nunca más y se lo debo a él.

Nelly Rojas fue profesora de Dibujo, era buena con la línea y con ella entendí el valor de esta en el dibujo. Me acuerdo de ese regaño tan bárbaro que me pegó porque en clase les estaba leyendo la mano a Zahira y a la Marcela. Salió del taller iracunda y fue a quejarse con Eduardo que, después, me pidió que le leyese la mano.

Omaira Abadía fue otra que se pegó una emputada conmigo que quiso hacerme perder la materia, pero ni sacando cero logré perder, porque hasta ese momento yo era su alumno predilecto, pero por una pérdida de un cassette con el trabajo de una compañera esa relación se destruyó.
La pintura como tal la entendí con Luís, ese profe gay de barbita que tenía su forma peculiar de hablar y que en su momento me regañó por escaparme de clase. Me dio clase un semestre, pero con lo que me enseñó entendí esa rama del arte.

Tuve una profesora de pintura que no recuerdo su nombre. Era una mona que me encantaba y con la que tuve una relación de besitos en los talleres, solo nos vimos en la U… y también en su casa. Ok, también en algún hostal del centro. Hasta que una vez me dijo casi regañando
-¿Acaso tú me tienes para que te pase en la materia? –
Y no era así, a mí me gustaba. Cuando terminé el semestre no volví a verla, así que meses después sin recibir llamada fui a su casa y vaya situación tan incómoda que viví. Abre la puerta un tipo alto, atractivo y ella sale con un camisón que le llagaba hasta las rodillas, se asombró al verme.
-¿Qué quieres?- preguntó delante del tipo.
- Estaba cerca de aquí y quise pasar a saludarte- mentí descaradamente.
Nos quedamos en silencio unos eternos segundos. Sabía que ese tipo era su novio y no quería competir con eso. No sé cómo salí de ahí, pero afortunadamente salí.

Ana María Lozano fue mi profe de historia del arte, no tenía pinta de saber mucho, pero cuando empecé a hablar con ella vi que estaba muy equivocado. Fue curadora del Museo de Arte modernos de Bogotá donde hice prácticas y tenía un espacio en algún periódico. Nos sacó a la clase a ver museos que no sabía que existían en la ciudad, a ver casas antiguas y su arquitectura. Recuerdo una vez que escribí sobre una exposición donde relataba lo mal que me sentí por no entender nada de nada de las obras que habían expuestas. Ella conversó conmigo y me abrió los ojos a una nueva forma de ver el arte
-No tiene que entender nada, solo disfrutar de las formas- me decía ella –Ver cómo mezclan el color, las manchas en la pintura. Si lo hace normal, con sutileza o agresivo. No tienes que entender la obra, solo sentirla. ¿Qué sientes? ¿Que te agrede? ¿Que te atrae? Es eso. No te sientas mal si no le encuentras sentido. El arte se vive, se siente-
Y a partir de ahí empecé a ver exposiciones de otra manera.

José Omar Valbuena era de los más jóvenes profesores, cumple años los 24 de Octubre, lo sé porque yo también cumplo ese día. Era pintor. Cierta vez lo vi en un documental en señal Colombia, solía ver este canal por sus documentales que me encantaban. Ese día él hablaba en una escena de la vez que se le había aparecido la virgen. A Omar le gustaban mis pinturas.

Mis compañeros eran fuera de caso. Locos como todos nosotros. Fueron casi 5 años en los que era normal en mi vida probar marihuana y coca, hasta la pedí varias veces a domicilio.

Capeto solía fumarse sus bareticos, lo acompañé varias veces por la 26 a fumarse alguno. Recuerdo cuando me llevó un poco y Paola, la gorda, se lo fumó todo, terminó con los ojos enrojecidos y adicta a ello, lo último que supe de ella es que había muerto de sobredosis. Me sentí mal porque fue por mí que ella se hizo adicta.

De mi grupo tengo buenos recuerdos de mis compañeros. Oscar Castro con el que aún me comunico. Era un tipo calmado, no fumaba ni era vicioso como nosotros. Nuestra amistad se afianzó quizás por el gusto a la música de Pet Shop Boys, hasta fuimos al concierto que hubo en Bogotá de su gira Discovery. No recuerdo mucho su trabajo en la universidad, pero solía gustarle la tecnología. Hoy día se dedica a ello, es fotógrafo, tiene su grupo de fotógrafos a los que enseña y creo que hace videos. Hemos tenido algún encontrón profesional, nunca le gustó mis cortos y siempre le ve defectos y aunque no es pretexto o excusa la carencia de presupuesto para mis realizaciones, tampoco son tan malos mis trabajos. Su trabajo a mí no me impresiona, realmente he visto mejores, pero igual él no lo hace mal, según lo poco que he visto. También estuvo enseñando teatro en colegios y parece que lo hizo muy bien.

Zahira Rodríguez, era flaquita, cara de tímida, con su peculiar risa y voz delgadita. Se dedicaba a la pintura. Aunque por ella no apostaba nada como artista, porque la veía más como artesana, hoy día tiene una gran empresa que se dedica a las artesanías y vaya si lo hace bien. Si tuviera mi casa propia en Colombia me gustaría comprarle sus cosas. https://www.facebook.com/Saraka-Objetos-Decorativos-113979131954694/?pnref=lhc
Vivió años con Sergio Martínez quien se dedicaba a la instalación. Alguien se refiere a él como el sufrido porque se quejaba de todo. Vaya, parece que no me conocen o sino yo le quitaría el título de sufrido a Sergio. No volví a saber nada más de él.

Mauro Valdacci vivía al lado de la U, su pareja era Juanita, Juana Marrana, y ambos daban la sensación de ser un tanto ecologistas y hasta hippies. Tenían como 4 gatos en su apartamento y hasta un gallo. ¿Un gallo? Si, un gallo que era odiado por los vecinos que se despertaban con el canto antes del amanecer. Nunca se graduaron porque Mauro nunca fue a las prácticas. Según dicen tuvo una hija con Juana y andan separados.

Norman Botero era buen pintor, buena persona. Me llevé bien con él y con muchos de mis compañeros. Al salir de la U montó una galería cerca al Centro Comercial hacienda Santa Bárbara la cual conocí. Quise tener una exposición ahí, pero vi que era muy difícil. Con el tiempo me enteré que la había cerrado y con los años supe que la tiene en Medellín. Muchos decían que le había ido bien por su apellido Botero, pero dudé de eso. Norman está ahí donde está porque se lo merece, porque trabajó duro para ello y su obra siempre fue buena.

El mono Ruíz, no recuero su trabajo. Era pelirojo y pecoso. Era calmado, serio, introvertido al menos en la facultad. Fue de los pocos que hizo Máster después de terminar la carrera.

María Isabel de los Angeles Leiva.
-De los Angeles pero del infierno- me dijo ella riendo.
¿Qué puedo decir de ella? Mucho y no porque sepa que leerá estas líneas, sino porque fue especial para mí, aunque no fuimos amigos sino compañeros. Era la mujer más deseada de la universidad, la más perseguida, la más llamativa. Ella era pasiva y rebelde en su forma de ser, no hacía nada para llamar la atención, pero eso no importaba, donde pasaba ella siempre había alguien que la mirara. Fue la mujer más femenina que he visto hasta ahora en mi vida. Todo ella era sensualidad, belleza, femeneidad y hasta erotismo (¡Las pajas que me hice por ella!) hablaba muy sensual, sus movimientos eran provocadores y no porque ella lo hiciera aposta sino porque ella era así.
Quise pertenecer a su vida en vano, quise ser su amigo, salir a divertirnos mas nunca aceptó mis invitaciones. Quería estar con ella, quería que me buscara así fuera para preguntarme algo. No estaba enamorado de ella, solo me atraía esa femenidad y misterio en su mirada. Alguna vez fuimos a comer pizza a Domo, donde solía ir a pagar con mi tarjeta Dinners, y fue esa vez en que me dijo
-Vos cuando lo estás haciendo te gusta hablarle a ellas, eso me gusta- me dijo esa vez en la pizzería.
¿Pero cómo sabía ella eso? Ya era la segunda persona que me decía cosas de mí sin decírselas antes. Oscar Castro y María Isabel me leían el rostro. Era un libro abierto para ellos. En fin, no me mortificaré en ese tema.
Ella era libre, parecía ser independiente de su familia, salía a donde quisiera y claro, una mujer tan hermosa como ella siempre encontraría un hombre que le gastara. Mi admiración por ella aumentó con su trabajo de tesis de grado. El tema era la vida (Y de paso la muerte ya que la muerte no existe) trabajó una video instalación en el que se mostraba una autopsia real. La primera vez que vi el video me dejó mal por varios días, ver como abrían un cadáver y verle sus órganos internos era demasiado para mí. Ella estuvo en mi casa editando el video y hasta almorzamos ahí. Aunque el hambre se me había ido con el video. Sí, era fuerte, agresivo ver una autopsia y todo lo que hacían en ella, pero esa obra era sincera, era llena de vida porque ella había vivido la obra misma y el tema de esta. Por aquel tiempo su mejor amiga, compañera nuestra de la facultad, había muerto de sobre dosis (Parece que se había suicidado) y a María Isabel le dio duro aquello, hasta un video diario hizo de esas horas hasta su sepultura.

María vivó su obra, cosa que contados logran hacer en el arte. Es cierto que yo era un rebelde que iba en contra del sistema impuesto en la sociedad y que en mi trabajo eso se notaba, pero ella vivió la vida y muerte mientras hizo su tesis. El tema fue visto y sentido por ella quedando reflejado en su video instalación. Esa obra fue la mejor de todas, incluso muchísimo mejor que la mía y que la de muchos en 2 años atrás y delante a ese momento. Jamás me gustó que la decana me dijera que la dejaría repitiendo la tesis. No sé si lo hizo o no.
Hoy día la tengo en el Facebook, me enorgullezco de ello. La busqué durante años en internet, cada vez que iba en el metro miraba a la gente esperando encontrarla, ya que sabía que ella estaba en este país. Pero me aburrí de buscar y por cosas de la vida la encontré, fue una alegría inmensa encontrarla y saber que estaba bien. Se lo merece y no me extraña que esté donde está, esa mujer lo puede casi todo. Actualmente vive en Inglaterra.

A Nery Osorio o Nery Pumpido, como le llamaba Norman, nunca la vi dedicada al arte. Quedó embarazada mientras estuvo en la facultad y a raíz de eso dejó la universidad. Nunca más supe de ella. https://vimeo.com/71108183

Patricia Cubillos, ¡En fin! No sé qué tenía en su cabeza, era una seudo intelectual y complicadilla. Era mayor que muchos de nosotros. Hubo un tiempo que dejó de hablarme no sé por qué. Una vez en clase hizo una exposición que a varios nos hizo sentir mal por el ridículo que hizo. De las pocas veces que sentí tanta vergüenza ajena en la vida.

Rosa Carrillo, la gordita, la acompañé a un pueblo cerca de Ambalema en el Tolima donde ella hacía prácticas de opción Colombia. Fui a enseñarle a usar la cámara de la alcaldía. Durante un fin de semana. La vi más como artesana. No sé si siguió practicando algún tipo de arte.

Sandra Farfán me encantaba, cachetoncita, de labios sensuales y de signo escorpión como yo. Me gustaba, no lo niego, de hecho me gustaban muchas. Hablábamos poco, pero no veíamos todos los días.

Sandra Gamboa era la pija del grupo, tenía un novio en otra facultad, Ricardo creo que se llamaba, quien tuvo su casa en la Candelaria, era su casa y su galería. Trabajaba la alforja, era herrero y muy bueno en ello. Lo último que supe de Sandra es que estaba en España, aunque la contacté nunca contestó a mis e mail ni mensajes.

Mauricio Bernal, el gordo, novio de Adriana Olaya hacían una pareja dispareja; ella muy mujer, educada, cuidada y él un gamín hasta para hablar. Lo de gamín lo digo por ser lo contrario a ella, no porque lo fuese realmente. Trabajaba duro en los talleres al lado de Adriana. Pensé que terminaría casados, pero mi sorpresa fue al enterarme de lo contrario.
Fueron muchos mis compañeros como Marcel Lombana quien estaba semestres atrás del mío, Giselle López que me gustaba mucho, Néstor Amórtegui y su amigo Leonel, decían que eran pareja. Pilar, la que murió de sobredosis. Luís Saray quien iba drogado a clase con su cara adormilada y ojos rojos, me sorprendió al verlo hace poco vivo y en Argentina. Yo juraba que estaría muerto hace rato por sobre dosis. José García, Luís Miguel Baez, Mónica Alvarado, Andrea Romero. Hernán (Panguano) el modelo de la facultad al igual que Rita. Y así un montón. Todos ellos marcaron una época especial en mi vida durante mi estancia en la Facultad de artes de la Tadeo. Un época de sueños, frustraciones y de vivir como joven. De aventuras, sexo, travesuras, risas y llantos. Y de mucha droga, ¡Vaya trabas las que me pegaba!

Pero se llega el día en que hay que sentar pies en el suelo y ver la vida como realmente es. Nos graduamos casi un año después y ahora sí había qué preguntarse ¿Y ahora qué? La lucha apenas iniciaba y tocaba tomar rumbos diferentes y vivir de lo aprendido. Aunque vendí muchas de mis pinturas a extranjeros la cosa cesó cuando terminé estudio en la U. Quería seguir pintando y entrar a la televisión, pero eso es otra historia. Conocía el medio y hasta ya había hecho cositas sin importancia en grupos de teatro en el barrio la Candelaria, pero no entraba al medio.

A pesar de que en la actualidad no vivo del arte y tengo miles de dificultades económicas, además de un pie en la calle, mi vida en la facultad cambió. Soy pobre, pero disfruto cada instante cuando hago arte, cada segundo que tomo mi cámara y realizo un video por simple que sea lo gozo, cada vez que hago fotografías de los conciertos a donde asisto me encanta, cuando actúo ante cámara me veo haciendo lo que quería hacer a inicios de los 90´s y río al recordar como muchos no apostaban nada por mí, como el jefe de casting en ese estudio de Caracol en la Soledad. Muchos seguimos dedicados al arte, otro no, muchos viven del arte, yo no, pero no lo dejo porque esto es mi vida, mi pasión, el oxígeno que necesito para vivir.

El arte va ligado a mi locura, acepto mi nivel de loco. Y sigo pensado como artista, veo la vida y mi mundo alrededor con otros ojos, admiro la belleza y la feura, porque de eso feo encuentro una belleza para crear. Hoy día en este país corrupto hago cosas que mi país me negó, me he realizado como artista y me estoy haciendo ese hueco. Me conocen algunos y sigo aquí luchando, creando, trabajando en lo mío así como muchos de mis ex compañeros siguen batallando en este duro campo del arte.

A todos ellos: profesores, directivos, compañeros y a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo lozano les agradezco de corazón la formación recibida entre el 92 y el 96. Gracias.

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